Comenzaba el año y todo el mundo a su alrededor se abrazaba y brindaba con champán –que en su casa o se bebía champán-champán o mejor se tomaba sidra.
Los niños seguían revoloteando alrededor de la mesa, a pesar de la hora y un año más había logrado que en su casa se vieran las campanadas de televisión española: las de toda la vida. Sólo su mujer (la más guapa de su promoción), no mostraba alegría ninguna. Y se dio cuenta de que no recodaba verla sonreír en ninguna de las nocheviejas anteriores. Le preguntó "¿qué puede ser tan terrible que te entristezca cada Nochevieja?"
Ella respondió "es comprobar como la enorme laguna de sueños rotos cada año es mayor, hasta el punto que ya casi me ahoga".
No quiso pensar en el significado de aquello –no era el momento–: "pues que no te lo noten tus hijos".
Los niños seguían revoloteando alrededor de la mesa, a pesar de la hora y un año más había logrado que en su casa se vieran las campanadas de televisión española: las de toda la vida. Sólo su mujer (la más guapa de su promoción), no mostraba alegría ninguna. Y se dio cuenta de que no recodaba verla sonreír en ninguna de las nocheviejas anteriores. Le preguntó "¿qué puede ser tan terrible que te entristezca cada Nochevieja?"
Ella respondió "es comprobar como la enorme laguna de sueños rotos cada año es mayor, hasta el punto que ya casi me ahoga".
No quiso pensar en el significado de aquello –no era el momento–: "pues que no te lo noten tus hijos".
Comentarios