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Vivir frente a Lolita

Gestionar el corazón no siempre es fácil. Y, menos, si la tentación es tu vecina. Su padre es un ruso de espaldas tan anchas como Siberia, y con tatuajes que cubren toda su piel. Al menos toda la piel que yo le he podido ver. Su madre tiene también aspecto patibulario aunque, sin duda, debió ser bellísima no hace demasiado: es la única explicación para que de ambos naciera un ángel como Lola. Rubia como los trigales de su Estepa y con los ojos de un azul profundo que miran con la desvergüenza de la lujuria. Sus curvas jóvenes prometen placeres carnales simplemente al moverse. Incluso su voz parece que acaricia cuando me habla.
Un día se estos, ni el recuerdo gangsteril de sus padres, ni el doloroso de mi mujer e hijo podrán refrenar por más tiempo mis deseos. Y entonces Lola tendrá que decidir si cumple todas las promesas que me ha hecho desde que un camión de mudanzas la metió en mi vida, o si prefiere seguir jugando con el fuego de mi alma para el resto de la eternidad.

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