Tengo que escribir algo, se dijo. La virginal imagen de la pantalla en blanco esperaba inocente la primera palabra. Pero sus pensamientos se encontraban a eones de distancia de su voluntad. Pensó, como otras veces, en una palabra poderosa, en un título del que tirar, dejando a las palabras fluir desde la punta de sus dedis. Intentó en vano imaginar un personaje que fuera capaz de generar un relato.
El cursor parpadeante sobre los mismos píxeles se aburría infinitamente.
Venga, que sólo son 15 líneas, se animó. El silencio que le devolvió el teclado le hizo darse cuenta de que la aventura de los cuentos llegaba a su fin.
El cursor parpadeante sobre los mismos píxeles se aburría infinitamente.
Venga, que sólo son 15 líneas, se animó. El silencio que le devolvió el teclado le hizo darse cuenta de que la aventura de los cuentos llegaba a su fin.
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