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Mostrando entradas de noviembre, 2008

Avaricia

Sólo recuerdo algunas briznas, apenas unos jirones de realidad, que poco a poco se me van borrando por culpa de la enfermedad. Debía ser en torno a 1949 o 1950. La mayoría de los jóvenes del pueblo habían emigrado a L'ospitalet y en las calles apenas se veían niños. Yo estaba pensando en marcharme también, aunque mi objetivo era Argentina, dónde ya tenía a un primo que nos escribía maravillas sobre ese país. Pero antes de irme debía conseguir el dinero para poder pagar el caro y largo viaje. Por aquel entonces yo no tenía nada que vender, tan sólo mi trabajo y mi palabra de hombre. Con ese capital mi única opción era Juan el rico, un viejo usurero que se había hecho rico durante la guerra. No quiso darme el dinero por adelantado, decía que no tenía gente en Argentina, pero que si me iba a Cataluña, la cosa no tendría problema. Sólo una cosa, por tanto, podía yo ofrecerle: una noche con María, mi novia de entonces. Yo no quise aceptar, pero ella me convenció de que era un precio muy

El vaso medio lleno, o medio vacio

Nunca he sabido decidirme sobre este particular, nuca. Ante el vaso relleno hasta la mitad, nunca he podido decir si estaba medio lleno o medio vacío. Ya sé que parece una tontería más de las muchas que digo al cabo del día, pero el asunto es mucho más profundo y profuso de lo que parece. Este asunto es un reflejo de mis inseguridades, de mi falta patológica de criterios propios, de capacidad para tomar decisiones. De esto se deriva que no sea capaz de decidirme por una camisa verde esperanza o verde mar, de decidirme entre un coche deportivo o un monovolumen familiar. Es también la razón que hay detrás de mis malos resultados en todas las pruebas que me han puesto en forma de test. En última instancia es esta indecisión la que me ha impedido a estas alturas de mi vida tener una pareja estable, pues siempre que me he tenido que enfrentar al compromiso me han asaltado las dudas: – ¿Me quieres? ¿Quieres que nos casemos? A estas preguntas sólo se me ocurre responder "pero el vaso, ¿e

El médico filósofo

Cayó como una piedra. Habían pasado ya varias horas desde la última vez que vomitó y todo parecía haber vuelto a la normalidad. Hasta que perdió el conocimiento. En algún lugar de aquella carretera que era a medias una gran autovía (por la anchura) y una calle (con gente cruzando, coches parados en cualquier parte y cambios de dirección atravesando la mediana), debía haber un ambulatorio de urgencia. Decía el guía que había varios a lo largo de la vía. Las habitaciones pintadas de blanco necesitaban todas una reforma urgente, las cortinas negreaban, las mantas llevaban meses sin cruzarse con el agua y el personal parecía estar incrustado en la indolencia, como la mugre de las paredes. Afortunadamente, todos se pusieron en movimiento en cuanto entramos. A duras penas nos enteramos que el médico no estaba, pero que habían ido a buscarlo. Notamos que todos hablaban de él con cierta ceremonia, y hasta emoción. Lo entendimos al verle. Era un hombre inmenso, que vestía un chándal crema, ador

El nubarrón

¿Sabes esos días que te levantas con aire de tormenta? ¿Esos días en los que los sonidos usualmente dulces y hasta deseados suenan como desagradables truenos dentro de tu mente? ¿Esos días en los que las estridentes voces de los niños provocan una punzada de intenso dolor en la sien? Pues hoy tengo uno de esos días. Así que sabrás disculparme. No he sido yo el ha ha soltado la mano, ha sido culpa del nubarrón.

Noche pétrea

Había pasado las últimas cuatro horas acurrucado entre un par de arbustos. El sol había caído rápidamente sobre las ruinas de Petra, y con la luz también habían desaparecido los miles de turistas que hasta ese momento mancillaban aquel territorio sagrado. Supuso que la vigilancia se relajaría un tanto, y que el número de policías se reduciría. No obstante debía andar con cuidado. Pasó frente a la tumba del Corintio, y subió por la suave pendiente. Sabía que en una de las pequeñas tumbas de la montaña se encontraba enterrado el ídolo sagrado. Un sacerdote nabateo lo había escondido allí antes de que las tropas romanas entraran en la ciudad. Y dejó noticia de ello en una tablilla que llegó a sus manos a través del tiempo, de Egipto y de un coleccionista de antigüedades libio. Tal y cómo lo había supuesto la figurilla era de la misma piedra esculpida del valle. El tesoro estaba al fin entre sus manos. Pasó la mayor parte del resto de la noche oculto en una fosa tallada en el suelo, observ

Wadi Rum

Parece que Gaudí hubiera diseñado las formas caprichosas con las que el viento y la arena han dibujado la faz de las montañas. La veo caminar por la arena, buscando esas piedras que según el guía usaban las mujeres tuareg para decorar sus rostros. El resto de los turistas miran con miedo y curiosidad la posible guarida de una serpiente. Nadie me ve. Nadie me mira. Al otro lado de la duna se prolonga el mar de arena y los mazizos de roca se elevan como abruptas islas volcánicas. Comienzo a andar hacia el Este. Nadie me dice nada.