Algunos dicen que Heracles le liberó de su destino en el Cáucaso, pero la ira de Zeus no se podía calmar de forma tan sencilla. Muerta el águila que le devoraba noche tras noche el hígado, Zeus imaginó la peor de las venganzas para ese inmortal: Prometeo no recuperaría ya más el favor de los hombres, que pagarían con ingratitud sus regalos por toda la eternidad.
Incluso, una vez desaparecidos los viejos dioses, sustituidos por otros nuevos venidos del Este, la maldición le persiguió: se llamó Galileo, se llamó Miguel Servet, se llamó de cientos de formas distintas y una y otra vez el pago fue la intransigencia y la oscuridad.
Incluso, una vez desaparecidos los viejos dioses, sustituidos por otros nuevos venidos del Este, la maldición le persiguió: se llamó Galileo, se llamó Miguel Servet, se llamó de cientos de formas distintas y una y otra vez el pago fue la intransigencia y la oscuridad.
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