El local estaba lleno de humo. Cientos de miradas perdidas se centraban en ella. Sobre un escenario mínimo movía las caderas rítmicamente. Las alhajas colgadas de sus livianas ropas sonaban al compás de la música y su ombligo se acompasaba con el timbal.
Hoy ya no sé si lo soñé o si lo viví, o las dos cosas. Sólo sé que, en algún lugar de Agadir, una mujer lleva en su vientre tatuadas mis pupilas.
Hoy ya no sé si lo soñé o si lo viví, o las dos cosas. Sólo sé que, en algún lugar de Agadir, una mujer lleva en su vientre tatuadas mis pupilas.
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