Creo que todo comenzó el 26 de julio de 1991. Yo acababa de terminar la carrera de Empresariales y, antes de incorporarme a un puesto de trabajo en una caja de ahorros, estaba pasando mis últimas vacaciones de estudiante en La Línea. Habíamos llegado a la playa de Levante y, como de costumbre, me lancé directamente al mar. Lo había hecho cientos de veces, pero aquella tarde calculé mal, salté con más fuerza y más cerca de la orilla que otras veces. Aunque mis brazos iban por delante, el impulso y la cercanía inesperada del fondo los doblaron, de forma que recibí un tremendo golpe en la cabeza, fruto del cual me aplasté una vértebra, perdí media paleta y el conocimiento. Recuerdo haberme despertado en mi cama completamente desorientado, haber llegado a la cocina de casa y recibir de mi madre, en lugar de un abrazo y un beso, una soberana bronca por las horas a las que había llegado la noche anterior y por la vergüenza que había pasado mintiendo a mi jefe al excusarme. Era el 12 de mayo ...