La cola para las entradas del museo no era muy grande, tal vez por tratarse de un día de diario o por estar la ciudad ahogada en medio de una histórica ola de calor. Sin, embargo tampoco se movía demasiado, ya que sólo una máquina expendedora contaba con auxiliar humano aquella mañana. Ellas estaban dos puestos por delante, pero sus conversaciones llegaban claramente a casi todos los visitantes. Se notaba que eran amigas de hacía tiempo. Hablaron de sus viajes comunes, y de sus maridos y novios. Pero en un momento determinado la conversación derivó hacia Internet: – Ésta es que tiene una conexión antediluviana. Si su Juan está conectado, ella tiene que esperar a que termine para poder navegar... – Eso va a ser el ancho de banda, que tenéis que ampliarlo, seguro que es eso –resolvió la tercera en discordia. – Lo que pasa es que tiene un Internet del año del catapún chimpún –sentenció la narradora. – Se lo diré a Juan para que lo mire, porque la verdad que es un fastidio. ¡Luisa, que nos...