Mira hacia atrás. Al otro lado del pasillo le espera su cuerpo vacío, muerto. En realidad, aunque no quiere creerlo, piensa que aún es posible el milagro, que ese cuerpo que le piden reconocer no es el suyo: que esta desgracia no es la suya.
Quiere creer que no subió al avión, que se quedó atascado en Buenos Aires, o en Santa Cruz, y que aún no ha podido llamarla. O, en el peor de los casos, también posible que esté entre los heridos y que no hayan podido identificarlo.
Los latidos acelerados de su corazón ahuecan los sonidos, por lo que no entiende las palabras que le dice el policía mientras levanta la sábana. No es él. Está segura.
De regreso a la sala de los familiares llora. No sabe si de alegría, porque es posible que siga vivo, o de tristeza, pues su terrible espera deberá continuar.
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Nota del autor: Mi más sentido pésame a los familares de los muertos en el accidente de Barajas.
Quiere creer que no subió al avión, que se quedó atascado en Buenos Aires, o en Santa Cruz, y que aún no ha podido llamarla. O, en el peor de los casos, también posible que esté entre los heridos y que no hayan podido identificarlo.
Los latidos acelerados de su corazón ahuecan los sonidos, por lo que no entiende las palabras que le dice el policía mientras levanta la sábana. No es él. Está segura.
De regreso a la sala de los familiares llora. No sabe si de alegría, porque es posible que siga vivo, o de tristeza, pues su terrible espera deberá continuar.
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Nota del autor: Mi más sentido pésame a los familares de los muertos en el accidente de Barajas.
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