Construyó una alhambra de ensoñaciones en las que él siempre aparecía a lomos de un caballo blanco. A veces al volante de un mercedes. Siempre con el cabello mecido por el viento, siempre en el momento justo, siempre luciendo una magnífica sonrisa profidén.
Tal vez por eso, cada vez que le pedía perdón y le rogaba que no lo abandonase, ella echaba mano de sus sueños y volvía a su lado, inmune a los gritos y las palizas que no eran más que intermedios en su futuro perfecto.
Tal vez por eso, cada vez que le pedía perdón y le rogaba que no lo abandonase, ella echaba mano de sus sueños y volvía a su lado, inmune a los gritos y las palizas que no eran más que intermedios en su futuro perfecto.
Comentarios