Yo no sé ustedes, pero a mí cada vez me pasan cosas más extrañas. Tantas que, a fuerza de sucederme, ya he comenzado a dejar de extrañarme. Hace un par de noches, sin ir más lejos, noté que mis sombras ya no parecían mis sombras. Según caminaba en paralelo a la fila de farolas que iluminan mi calle, me di cuenta de que, a medida que mis sombras pasaban de largo ante mis ojos, parecían desvaídas. No sólo me parecieron menos intensas que de costumbre, sino que las noté algo más delgadas que yo mismo. En realidad, antes de llegar a casa ya había imaginado una explicación lógica: seguramente lo que sucedía es que yo mismo había adelgazado y no era demasiado consciente de ello. Posiblemente, si no me hubiera mirado en el espejo del ascensor, tampoco me habría pesado nada más entrar en el piso. ¡Tenía 2 kilos más que la última vez! Preocupado, hice lo único que se puede hacer en estos casos de desconocimiento absoluto: abrí el navegador y tecleé en Google: "adelgazamiento de sombra...