Bajo aún más la cabeza, cierro los ojos y aprieto los dientes hasta que noto cómo el esmalte se agrieta. Las luces del avión se apagan y la cabina se inclina hacia delante. Vuelan algunas cosas y de los altillos de la nave salen las mascarillas. Pero no creo que nadie las coja. Todo el pasaje se haya en este momento parado en el tiempo, pensando en los sueños truncados, en las personas que no volverán a ver o en el pasado que no se repetirá. Miro hacia el horizonte. Por encima de la borda ya sólo el mar azul nos espera mientras comienza a tragarse la proa del barco. Los pasajeros que no han querido saltar o los que no han entrado a tiempo en las barcas salvavidas se agarran a las barandas, apurando hasta el último instante sus vidas. Por encima de los ojos de los transeúntes una nube oculta el sol y les permite vislumbrar durante un instante al hombre que cae desde lo alto. Soy yo, huyo de un incendio y concibo como última esperanza que el suelo no termine de hacer lo que comenzó el ...