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Mostrando entradas de febrero, 2016

Escribiendo…

«Escribiendo…». Eso ponía el estado en la pantalla. La última entrada del WhatsApp era «Acabamos de salir de la consulta.». Tan solo pasaron un par de segundos, pero el tiempo parecía haberse curvado de forma caprichosa y se negaba a avanzar según las leyes de la física. «Escribiendo…». Y estaba tan concentrado en las 5 pulgadas que sintió que su mundo entero se encontraba allí, entre las 4 esquinas redondeadas del móvil. Por fin algo cambió. Los caracteres se dibujaron con claridad: «No es cáncer.». Y sintió como si acabase de sacar la cabeza del agua, como si las últimas semanas hubiese estado sumergido sin poder respirar, suspendido de alguna forma en la incertidumbre. Llenó de aire sus pulmones y sonrió como si la vida mereciera de veras la pena.

Un crimen

Ahora que en mi lado de Berlín comienzan a florecer las sonrisas y la mala conciencia se lava en juicios retransmitidos a todo el mundo, me doy cuenta. Me acusan de haber colaborado en la locura de Hitler, pero mi verdadero crimen fue haberle salvado la vida cuando siendo niños le rescaté de un agujero en el hielo del río. Si yo no hubiera tendido mi mano, si yo no me hubiera arrastrado por la fina capa para sacarlo del agua, él no me hubiera llevado consigo el resto de su vida, el mundo hubiera encontrado otras razones para matarse y yo hubiera muerto siendo un héroe desconocido y no como el más antiguo colaborador del gran monstruo nazi.