Su mirada se paró en la mitad de la pantalla. Sus ojos fríos lograron lacerar mis pupilas. Entonces lo dijo: "No me arrepiento de nada".
Sonrió y su rostro por un momento tomó la ridícula forma de una Ternera.
En el sillón de mi casa imaginé la angustia de las viudas, de los hijos sin padre y de los padres sin hijos que el animal había sembrado en sus años de sangre y fuego. Y supe de seguro que, tarde o temprano, alguien le alcanzaría y gritaría delante de una cámara de televisión "no me arrepiento de nada".
Sonrió y su rostro por un momento tomó la ridícula forma de una Ternera.
En el sillón de mi casa imaginé la angustia de las viudas, de los hijos sin padre y de los padres sin hijos que el animal había sembrado en sus años de sangre y fuego. Y supe de seguro que, tarde o temprano, alguien le alcanzaría y gritaría delante de una cámara de televisión "no me arrepiento de nada".
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