Apagó el monitor. Sóno un leve click y vió como toda su vida durante los últimos 12 años, 7 meses y 4 días se desvanecía de la pantalla con un dramático fundido en negro. La mesa, blanca, estaba tan vacía que casi sintió vertigo.
No es nada personal, le dijeron. Quizás, cuando la cosa cambie, te volveremos a llamar, le dijeron. Te echaremos de menos, le dijeron.
Y ahí estaba. Solo entre las miradas atónitas, la vergüenza del alivio por no ser uno el elegido y las frases de ánimo susurradas. Los miró, uno a uno. Y sintió, en algún lugar indeterminado a camino entre el pecho y las vísceras, una enorme sensación de alivio.
No es nada personal, le dijeron. Quizás, cuando la cosa cambie, te volveremos a llamar, le dijeron. Te echaremos de menos, le dijeron.
Y ahí estaba. Solo entre las miradas atónitas, la vergüenza del alivio por no ser uno el elegido y las frases de ánimo susurradas. Los miró, uno a uno. Y sintió, en algún lugar indeterminado a camino entre el pecho y las vísceras, una enorme sensación de alivio.
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