tag:blogger.com,1999:blog-81376191852180109072024-02-21T04:20:21.632+01:00No más de 15 al díaDavid Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.comBlogger662125tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-36702978150597948952023-11-29T21:39:00.000+01:002023-11-29T21:39:09.176+01:00El penúltimo robo del sigloEstaba todo ensayado, excepto el fracaso. Habían pasado meses estudiando las rutinas de los guardias, habían logrado los planos interiores del edificio y de sus instalaciones, incluso habían incorporado los nuevos tabiques midiendo subrepticiamente con láseres de pequeño tamaño. Averiguaron qué empresa había diseñado el sistema de alarma y se colaron en su sistema informático para analizar sus componentes. Colocaron a una de las suyas en el servicio de limpieza y luego coreografiaron cada movimiento en una maqueta a escala real de la zona en la que realizarían el robo. Solo una sala, cuatro cuadros de formato mediano y una jubilación dorada en la Costa Azul. O en el Cabo de Gata, lo que cada uno prefiriera. <br /><br />El día del robo repasaron por la mañana todos los pasos a dar y se citaron para la noche. Llenaron el tiempo con las rutinas de concentración de cada uno. Dos de ellos practicaron meditación, una tercera estuvo jugando a la consola y el cuarto dedicó la tarde a escuchar jazz clásico americano. A la hora concertada todos estaban en su puesto: la infiltrada haciendo la limpieza en la zona de oficinas; el conductor e informático, en la furgoneta al cargo de las comunicaciones, la coordinación y el hackeó, y los dos especialistas, escondidos en una de las partes menos iluminadas de la manzana que ocupaba el museo. A la una de la madrugada, el hacker lanzó un ataque de denegación de servicio sobre los servidores de la policía, el museo y la empresa de seguridad. Desde dentro, la falsa limpiadora, escondía el carrito en el baño y se preparaba para la fase dos. <br /><br />Veinte minutos más tarde, se iniciaba la parte crítica. Mientras la falsa limpiadora se ocupaba de adormecer a todo el personal presente con un esprái y a cegar las cámaras interiores con pintura, los dos de fuera se acercaban a la ventana elegida días atrás y procedían a reventar los puntos de enganche de la reja con explosivos y a recortar una gran sección de cristal. Entraron en apenas 10 minutos y se dirigieron a la sala especificada. Al tiempo, el hacker bloqueaba los sistemas de seguridad aprovechando el caos generado en los servidores. <br /><br />Debían concentrarse ahora en los cuadros elegidos, cortarlos con cuidado y enrollarlos para introducirlos en los tubos de transporte. La limpiadora debía prepararse para huir por la puerta de servicio, contribuyendo a generar algo más de confusión y los dos especialistas escaparían por la misma ruta de entrada. Luego, cada uno de ellos se perdería por una calle distinta para refugiarse en los pisos que habían contratado a través de Airbnb en diferentes zonas de la ciudad. <br /><br />Sin embargo, un estúpido detalle dio al traste con todo el plan. Un policía municipal fuera de servicio estaba paseando a su perro tras haber vuelto de tomarse unas cervezas con los compañeros. El perro se paró a orinar junto a la rueda delantera de la furgoneta y a él le llamó la atención un tenue resplandor que venía de la parte de atrás. <br /><br />Llamó al portón trasero, sorprendiendo al informático que estaba concentrado saliendo del sistema y redoblando los ataques de sus bots repartidos por el mundo. Fue muy leve, pero el ruido que produjo en el asiento al estremecerse alertó al can que comenzó a ladrar. Al sentirse descubierto, se desplazó a toda prisa hacia el asiento del conductor. Pensó que con un poco de suerte, aún podría huir de la zona. Solo habría que prescindir de la furgoneta y quemarla para eliminar pruebas. Pero cuando logró arrancar el motor, una pistola le apuntaba directamente a la cabeza desde el otro lado del parabrisas. <br /><br />En los días siguientes fue cayendo el resto de la banda, a medida que la policía desentrañaba los pasos de cada uno de ellos a través de la información desencriptada de los ordenadores requisados en la furgoneta. <br /><br />Los medios de comunicación se lanzaron a explicar el intento de robo con todo lujo de detalles. Se incidía en lo cerca que estuvieron los ladrones de tener éxito. Y desde las tertulias habituales se pidieron dimisiones en los ministerios de Cultura e Interior. Las redes sociales convirtieron el suceso en una serie de memes y conversaciones airadas que arrasaron desde Twitter hasta Quora. <br /><br />El juicio posterior fue un nuevo motivo de jaleo, tanto en medios como en redes, sobre todo por la línea de defensa elegida por los abogados, según la cual sus defendidos simplemente estaban llevando a cabo una prueba experimental, una especie de auditoria independiente de seguridad, cuya finalidad era redactar el proyecto fin de máster del informático del grupo. En esta ocasión, la sociedad se dividió entre el cachondeo y la credulidad, con algunos influencers radicados en en Andorra tomando partido por los acusados. <br /><br />La estrategia no resultó exitosa, pero sirvió para que la pena final fuera algo menos elevada de lo esperado inicialmente y para que los ladrones firmaran un acuerdo millonario con Netflix para rodar una serie basada en su historia.David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-50323942289559633032023-10-23T19:40:00.005+02:002023-10-23T19:40:37.873+02:00Ya no hay margen<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br />Los correos electrónicos sin responder se acumulan en la bandeja de entrada. Los minutos transcurren impasibles y él lo ve agotarse sin ser capaz de mover el ratón por la pantalla. Lee los asuntos y los remitentes y sabe que muchos de ellos necesitan una respuesta urgente. Nada distinto del resto de sus días, salvo porque hoy una angustia terrible le mantiene inmovilizado. Solo es capaz de mirar la pantalla mientras los correos siguen entrando. Y solo desea huir. <br /><br />Su mente escapa a un lugar de su adolescencia en el que fue plenamente feliz. Una tarde de verano en una playa de Cádiz, navegando en un velerito ligero con Inma. Entonces ella era su máxima preocupación y todo era infinitamente más sencillo. Jugar con el viento y las olas y mirar con disimulo y deseo a la muchacha. Aquella tarde se besaron por primera y última vez. <div><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgv1875_vYwY38TToXCgVwgehR5_hk8WmTcnuk6PVwBpa-3JYnXTuhXOUJIFWLoPqcudWnGanJrVu2pn9z0Mk7PKW1Xe8z2GHd3ncr93-C5q5IBN6CqVnMkMkuRcyjrzP7nIJq4naJnCMfwGy1kKekefMucq436cultkMnUED-JyNbd3WZs_reP_eD64zuW/s768/velero.png" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="768" data-original-width="768" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgv1875_vYwY38TToXCgVwgehR5_hk8WmTcnuk6PVwBpa-3JYnXTuhXOUJIFWLoPqcudWnGanJrVu2pn9z0Mk7PKW1Xe8z2GHd3ncr93-C5q5IBN6CqVnMkMkuRcyjrzP7nIJq4naJnCMfwGy1kKekefMucq436cultkMnUED-JyNbd3WZs_reP_eD64zuW/s320/velero.png" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">imagen generada con stable diffusion</td></tr></tbody></table><div><br />El teléfono suena y le saca bruscamente del ensueño. Es su jefa. Y vuelve a querer escapar. Pero ya no hay margen. Debe responder. No piensa con claridad, pero entre las brumas de su ansiedad surge una excusa: el covid.</div></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-23058537812861658282023-08-29T19:27:00.007+02:002023-08-29T19:27:49.980+02:00El premioLas rutinas son el calmante que usamos en nuestra vida diaria para ocultar el aburrimiento, para obviar que la mayor parte de nuestras vidas es perfectamente insulsa. Ana María mantiene infinidad de rutinas; de hecho, la mayor parte de su día está dictado por ellas. Siete de la mañana, despertador; siete y cinco, comienza a sonar la radio; a las y cuarto ya está saliendo de la ducha; desayuno rápido con café y pieza de fruta; 20 minutos andando al trabajo escuchando el podcast diario de la BBC para que el inglés no se oxide; saludar al agente de seguridad de la puerta, entrar en la oficina, encender el aire acondicionado, arrancar el PC que cada día va más lento, comenzar a procesar documentos: pedidos, facturas, transferencias. Desayuno con tostada y segundo café a eso de las diez, en Casa Amalia, casi nunca acompañada, mirando el ABC en el móvil, máximo 20 minutos. De vuelta a la oficina y a los documentos hasta las tres. <div><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6mzwQvXjYBD2hj-VE3bPokLABkbvzUBAnkoO1rfF_qTtMCVwooHGQ-US0HeTtxRI2ntCGbKimSAo9rKWqRHVTh_zIiTfM2T_kgJi-P_HA9UPGkimLveVhYM7ut-6wvSMQEonSy3SR-YIiu93_H0uoEl3-t5FcIg_Ll9IKJLugalFVFZpl7jTvXu8eat32/s1024/DALL%C2%B7E%202023-08-29%2019.24.49%20-%20una%20mujer%20insulsa%20celebrando%20con%20cava%20que%20ha%20ganado%20un%20Gran%20Premio%20de%20loteri%CC%81a%20en%20la%20administracio%CC%81n%20de%20loteri%CC%81as,%20arte%20digital.png" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1024" data-original-width="1024" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6mzwQvXjYBD2hj-VE3bPokLABkbvzUBAnkoO1rfF_qTtMCVwooHGQ-US0HeTtxRI2ntCGbKimSAo9rKWqRHVTh_zIiTfM2T_kgJi-P_HA9UPGkimLveVhYM7ut-6wvSMQEonSy3SR-YIiu93_H0uoEl3-t5FcIg_Ll9IKJLugalFVFZpl7jTvXu8eat32/s320/DALL%C2%B7E%202023-08-29%2019.24.49%20-%20una%20mujer%20insulsa%20celebrando%20con%20cava%20que%20ha%20ganado%20un%20Gran%20Premio%20de%20loteri%CC%81a%20en%20la%20administracio%CC%81n%20de%20loteri%CC%81as,%20arte%20digital.png" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Imagen generada con DALL•E</td></tr></tbody></table><br /><div><br />Comprar de camino a casa la comida en la tienda de la Rambla, siempre el menú del día; comer, dormir una siesta corta en el sofá, conectarse al correo corporativo por si hay alguna urgencia, que no, que no suele haberla, ver la tele, salir a correr, ducharse, cenar, ver algo más de tele y a las once, como mucho a las once y media, en la cama. <br /><br />Solo los fines de semana las rutinas cambian, aunque suele ser por otras rutinas: comida el sábado con su hermana mayor y su marido, cambiar la hora de correr a la mañana el domingo, tarde de cena y poco más. <br /><br />Y los martes incorpora una pequeñísima variación. Es el día en el que echa una primitiva y una euromillones al volver del desayuno. Esa noche, si hay un bote importante, pongamos más de diecisiete millones de euros, no se duerme de inmediato. Se entretiene fantaseando con cómo usará el dinero. Con esa cantidad puede repartirle algo a sus hermanos, incluso puede llegar para ayudar a su sobrina preferida, la que estudió medicina y terminó de profesora de infantil en Estados Unidos por amor, para que abra una clínica y se dedique a lo suyo por fin. También tiene claro que dejará el trabajo, y que lo hará con clase, o con recochineo, nunca termina de decidirlo: lo mismo imagina que se presenta en el despacho del jefe vestida de torera, le canta las cuarenta y sale de ahí arrojándole la montera a la cara con un «va por ustedes» aplaudida por los compañeros, que lo mismo organiza una mariscada en la oficina y vacía todas las cáscaras en la mesa del jefe. <br /><br />Tiene claro que a partir de ese momento huir de la rutina será entonces su única rutina. Comprará un velero grande, cómodo y fácil de manejar con el que recorrerá el Mediterráneo, con detenimiento, visitando puertos y radas, contando de noche las estrellas y olvidándose de contar los días. Pero antes debe aprender a navegar y sacarse el título, el tiempo ya no será un problema. Y no volverá a pisar su ciudad más que para participar en algún homenaje por colaborar con sus asociaciones favoritas: la protectora de animales, el Grupo Ecologista Mediterráneo y la Asociación de Amigos de la Alcazaba. <br /><br />Hoy es martes y Ana María, que nunca ha sido afortunada ni en el juego ni en el amor, está esperando a saber si esta semana tendrá que pagar los 4,5 euros de costumbre o si ha tenido la suerte de pillar uno o dos euros de reintegro. Tiene el dinero preparado en la mano, para acelerar el proceso y no pasarse de los veinte minutos estipulados, pero la máquina ha emitido un sonido extraño y Pedro, el lotero, ha comenzado a hacer aspavientos. Tarda en darse cuenta de lo que pasa. Le ha tocado. «Un pellizco gordo», le dice Pedro. Ella se imagina ya en el velero, gestionando sus inversiones de puerto en puerto. Le explica cómo es el proceso, dónde tiene que ir para gestionar el cobro, si es que prefiere no hacerlo a través de su banco. «Son 950.000 euros, Anamari. Una barbaridad». <br /><br />Pero a ella se le corta la alegría de golpe. Eso no es dinero, no lo puede repartir como había imaginado, no da para comprar el barco con el que sueña. Si acaso, podría dejar de trabajar si fuera capaz de invertir inteligentemente ese dinero, pero podrá despedirse lanzando la montera, tendrá que ser pidiendo una excedencia, para no cerrarse la puerta. <br /><br />Ana María regresa a la oficina casi más triste que un día normal. Esta noche no soñará con repartos generosos, con viajes sobre el mar y con una vida aventurera. Está segura que se pasará las horas lamentando la mala fortuna de no haber pillado un bote de los buenos. Para una vez en la vida que logra acertar la combinación ganadora, coincide con la semana se menor recaudación de la historia… </div></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-92106505648405733192023-05-16T22:42:00.000+02:002023-05-16T22:42:02.209+02:00ResetEl accidente le había borrado la memoria. Aurora había olvidado tanto que ahora era otra persona. Los médicos diagnosticaron que toda su vida anterior había quedado almacenada en un profundo agujero oscuro de su mente. <div>Su hija Laura, de pronto liberada de una madre controladora y dictatorial, se emborrachaba de libertad y apuraba a grandes sorbos una vida que ahora le pertenecía completamente. Sus padres, acostumbrados a una hija servicial y atenta, primero se hundieron en un profundo luto y luego comenzaron a vivir por si mismos nuevamente. Y Luis, que ya no era su Luis, sino un tal Luis, acudía emocionado a recogerla a la salida de las sesiones de reeducación con el firme propósito de enamorar a esta nueva Aurora, convencido de que solo así recuperaría la felicidad que había extraviado muchos años antes del accidente. <br />Nadie echaba de menos a la antigua Aurora. Ni siquiera ella, que rogaba a un dios en el que ya no creía que dejara de mandarle aquellos retazos del pasado cosidos a sus sueños.<div><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjS3cQ3R_Bi12_Xambltr5JbZK-_n05i-jtDQtkjT22BJXt_NURvk9L2JIkNXLd0u3YVCU2ARHfaL22a6zlS7pqMFjd6C-EHDLn-h6xQ9Gi84yXZcByrCcmKUmGVaE_6Z9Ck9fi3IWnj_3aDtZXaPij23Px_C9YoXF0qu_upcsm-KZTgJAyg0CJ0zp3Mg/s1280/5C032F3F-763A-49D3-9C5B-3FBC66B17B62.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="960" data-original-width="1280" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjS3cQ3R_Bi12_Xambltr5JbZK-_n05i-jtDQtkjT22BJXt_NURvk9L2JIkNXLd0u3YVCU2ARHfaL22a6zlS7pqMFjd6C-EHDLn-h6xQ9Gi84yXZcByrCcmKUmGVaE_6Z9Ck9fi3IWnj_3aDtZXaPij23Px_C9YoXF0qu_upcsm-KZTgJAyg0CJ0zp3Mg/s320/5C032F3F-763A-49D3-9C5B-3FBC66B17B62.jpeg" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Foto: https://pixabay.com/es/photos/accidente-automóvil-daño-veh%C3%ADculo-1409012/</td></tr></tbody></table><br /><div><br /></div></div></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-83676640445931705212023-04-18T19:14:00.008+02:002023-05-31T18:07:51.027+02:00Empatía artificial«Posiblemente se trate de la actualización del antivirus. En ocasiones, si hay un corte de electricidad o algún enganche en las actualizaciones previas, el ordenador se queda en una especie de limbo en el que el servidor le capa la conexión al no localizar la versión adecuada del antivirus. Nos lo llevamos y hacemos las actualizaciones pendientes por nuestra red de carga, que es libre, y en un rato lo tienes de nuevo en la mesa». Eso me había dicho Alfonso, el informático que atendió mi petición. Mi veterano ordenador había decidido desconectarse de la red corporativa tras la vuelta de las vacaciones de Semana Santa. Pero de eso habían pasado ya más de tres horas y casi se había colado la mitad de la jornada laboral. Ya no me quedaba nada por hacer que no precisara de ordenador y conexión. Así que tuve que regresar a casa y terminar el día teletrabajando con el portátil corporativo, mucho más lento y mucho mucho más incómodo. <br /><br />El martes me llevé el portátil a la oficina, por si la reparación de la torre de sobremesa se alargaba más de lo previsto. Ese día me llamaron para decirme que la máquina ya conectaba a la red y que todo parecía estar correcto. Así que fui a recogerlo y lo volví a instalar. Yo lo había visto funcionando hacía unos segundos, pero al conectarlo a mi punto de red y a sus monitores, teclado y ratón, el ordenador volvía a ser incapaz de conectarse a la red. Logré arrancar en el modo offline, pero una vez abierta mi sesión el ordenador era poco menos que un trasto inútil ya que no podía acceder a ninguno de los archivos de trabajo que tenía repartidos entre la nube corporativa y las viejas unidades de red de los servidores de mi empresa. <br /><br />Volvieron a llevárselo y, entendiendo que la avería tenía pinta de ir para largo, enlacé el portátil con el teclado de mesa y el ratón de la torre así como con uno de los monitores panorámicos. Elevé la altura del portátil hasta la de mis ojos con una pila de libros y seguí trabajando. Incluso, le conecté el cable de red para no utilizar la wifi y poder aprovechar el mayor ancho de banda de la conexión física. <br /><br />El segundo diagnóstico fue algo más elaborado que el primero. No sabían cómo, pero la MAC de mi computadora había entrado a formar parte de la <i>Black List</i> interna y era el propio servidor de conexiones el que le impedía el acceso a la red, convirtiéndolo en un aparatoso pisapapeles con doble monitor. <br /><br />El miércoles no supe nada nuevo de él. Tuve que esperar hasta el jueves, cuando el informático que se lo había llevado la primera vez volvió a aparecer con él, asegurándome que ya estaba todo correcto. Que lo habían borrado de la lista negra y que él personalmente había estado usándolo en su trabajo hasta hacía unos pocos minutos. Volvimos a conectarlo y, de nuevo, el ordenador lanzaba el mensaje de que no se encontraba conectado a Internet y solo ofrecía la posibilidad de arrancar en modo fuera de línea. Entonces comenzamos a probar diversas opciones de conexión física: pasando por el teléfono, sin pasar por él, con un cable de clase 5, con uno negro, con otro verde… Incluso cambiamos en el <i>hub</i> de conexiones la puerta de conexión. Nada funcionó, porque era evidente que problema no estaba ahí. El portátil conectaba con esos cables y con esas combinaciones sin ningún tipo de problema. <br /><br />El viernes tuve noticia de que el el departamento de redes había entrado a buscar soluciones. A esas alturas, reconozco que comenzaba a echarle de menos. <br /><br />El lunes siguiente llegó la tercera explicación. Mi ordenador, no se sabía muy bien por qué, cuando estaba en mi mesa, se empeñaba en asumir una IP que no pertenecía al rango de red adecuado. Así que directamente la borraron del sistema y reiniciaron el puerto del <i>switch</i>. <br /><br />El martes mi viejo amigo volvió a nuestra mesa. Mientras le reconectaba todos los periféricos y el cable de red comencé a hablarle como a un niño, provocando el cachondeo generalizado entre mis compañeros. Pulsé el botón de encendido esperanzado y el proceso de arranque comenzó de forma normal, pidiéndome la conformación de doble factor usual. El soso escritorio corporativo se dibujó en las dos pantallas. <i>Teams</i> arrancó también y, cuando ya estaba a punto de besar al ratón, el icono de conexión pasó a desconectado. Llamé a Alfonso y me pidió detalles del sistema, concretamente la dirección IP. El pobre hombre casi se echó a llorar. Era la incidencia individual más larga y extraña jamás atendida por su servicio. «Algo se me escapa, pero no soy capaz de saber qué es». Mientras repasábamos juntos posibles motivos de <i>hardware</i> o <i>software</i>, el Onedrive emitió un mensaje de error. Pero eso significaba que había conectado. «A veces los problemas más complejos ser resuelven solos», me dijo el informático. Creyendo que el episodio había terminado acordamos que mantendría la incidencia abierta unos días, «solo por si las moscas». <br /><br />El pequeño rebelde volvió a dar problemas de inmediato. Aleatoriamente se desconectaba unos segundos, sobre todo en medio de videoconferencias importantes, o cuando más concentrado estaba con algún trabajo. Y a los pocos días la situación empeoró sustancialmente, ahora el sistema me informaba de que el disco duro estaba lleno y de que no disponía de memoria para guardar o editar archivos, o para recibir y enviar correos, o para mantener abierto el <i>Teams</i>. Pero, cuando sumaba la memoria ocupada por los archivos en el propio sistema, la cantidad no llegaba siquiera a la mitad de la capacidad teórica del disco. <br /><br />Los informáticos llegaron a la conclusión de que el ordenador debía ser sustituido, a pesar de que había orden de no retirar ningún equipo que fuera capaz de funcionar. «Es como si a tu ordenador no le gustara tu puesto» comentó mi compañera María Dolores cuando les comenté la decisión final. Y, entonces lo entendí. «Me equivoqué de departamento al que mandar la incidencia», dije en voz baja y me dirigí decidido al área de Recursos Humanos. <br /><br /><div><div style="text-align: start;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGAwwHb-ZWvDma6x_eC9vjdWZ-L0ddrHyFNO_DcjionNr1myIVW-fM9B5V7nJsmkWXJgtpVObvEd7GbVbhpJTdkug2z1g4m1sS6Vyj1sh_wq6mHGfrAgI1XinQbDHQy2Btu1OsqEsAPNBdw2uhJRisCWzVEirpwHkFlNnDuPMyI074-kL7mZgeeFxJQw/s2880/empatia%20artificial.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="1800" data-original-width="2880" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGAwwHb-ZWvDma6x_eC9vjdWZ-L0ddrHyFNO_DcjionNr1myIVW-fM9B5V7nJsmkWXJgtpVObvEd7GbVbhpJTdkug2z1g4m1sS6Vyj1sh_wq6mHGfrAgI1XinQbDHQy2Btu1OsqEsAPNBdw2uhJRisCWzVEirpwHkFlNnDuPMyI074-kL7mZgeeFxJQw/w640-h400/empatia%20artificial.jpg" width="640" /></a></div> <br />Hace tres meses que me cambiaron de puesto y de departamento. Estoy en la planta sótano, gano un 7 % menos, pero he descubierto la belleza de un trabajo de baja responsabilidad en el que dispongo de algo que había olvidado: tiempo. En todas estas semanas mi querido compañero no ha fallado ni una sola vez, no ha vuelto a darme el error de la memoria llena y yo diría que incluso ha ganado algo de velocidad de proceso. No sé si mi ordenador posee algún grado de inteligencia artificial o natural, pero de lo que no me cabe duda es de que ha desarrollado alguna especie de empatía y que comenzó a fallar solo para que yo entendiera que debía cambiar de trabajo para ser feliz.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /></div>
<p> <iframe src="https://www.ivoox.com/player_ej_108107166_6_1.html?c1=fc0404" width="100%" height="200" frameborder="0" allowfullscreen="" scrolling="no" loading="lazy"></iframe> </p>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-20010122383165678942023-02-28T13:56:00.001+01:002023-03-02T19:23:54.051+01:00Un hombre de partido<p>Él era un hombre de partido, sin duda.</p><p>Nadie a estas alturas podía aportar una sola prueba de falta de lealtad. Tan solo en un par de ocasiones había errado el sentido de su voto, y fueron decisiones menores, que no habían tenido ninguna consecuencia negativa ni para el grupo ni para su línea política. Había entrado en la órbita del partido en su época universitaria y se ganó los primeros galones organizando varios escraches a las puertas del paraninfo. Luego había sido becario de la alcaldesa dos años, durante los cuales demostró su versatilidad: lo mismo redactaba discursos que lanzaba mensajes impactantes a través de las redes sociales del partido y de su particular colección de cuentas troll. </p><p>Solo después de muchos años de salarios indignos y trabajos aún más indignos logró un puesto improbable en la lista para las autonómicas. Sorpresivamente, pasó de comparsa a protagonista de la campaña a través de sus ataques furibundos contra el candidato favorito. No dudo en mentir, incluso en recurrir a fotos descaradamente retocadas con photoshop, para lanzar mensajes inmisericordes. Nada de lo que dijo pudo nunca ser demostrado, pero el partido logró un gran resultado en aquellas elecciones y él mismo entró en el Parlamento regional.</p><p>Y ahora le daban la espalda. Lo notó de inmediato: los halagos eran demasiado generales y demasiado obvios. Justo cuando él apostaba por dar el salto a Madrid y convertirse en un fiel parlamentario nacional. Hizo algunas llamadas, contrató a un estilista especializado, compró tiempo en un par de granjas de móviles, se abrió una cuenta de Tik-Tok, puso toda su imaginación a trabajar buscando argumentos para destrozar a los suyos y luego presentó su candidatura a las primarias para las generales.</p><p>Todos pensaron que era un movimiento a la desesperada, pero él estaba seguro de haber dado el primer paso hacia la Moncloa.</p>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-68579632658696031002023-01-15T20:23:00.009+01:002023-01-17T22:29:06.998+01:00AliciaEs 2009 y Alicia es una <i>tweet-star.</i> Sus microrrelatos en menos de 140 caracteres son verdaderas obras de orfebrería. No es solo el relato en sí, sino la armonía de las palabras, la melodía que logra condensar en cada <i>tweet</i>. Y la red le adora.<div>Pasa el tiempo; es 2020. Y ya nadie recuerda a Alicia; sus pequeños retablos literarios han desaparecido entre la multitud de insultos, zascas e hilos llenos de odio y mala baba. La irrelevancia le ofende, pero no puede dejar de construir alambicadas estructuras de 140 caracteres para soltárselas de forma atropellada a su terapeuta en cada sesión quincenal.</div><div><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifY_BlRiuprXmsT26tMKdqGiyTKhi9nm0WTYWHpU9y8RcEeOG8pBkMALUL1BgyGScWlXPyaNjerNy-FzDF4lMX9_cY8DSvx61yocxF23HdPZum1WvLVhMK6ciTpbAuNV-vLfUg4x2s2_tkyaltlWQ6VzyuP-iWfR7trJ326mMcWVFiNl64XjsXiSSn8g/s193/logotwitter.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="160" data-original-width="193" height="160" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifY_BlRiuprXmsT26tMKdqGiyTKhi9nm0WTYWHpU9y8RcEeOG8pBkMALUL1BgyGScWlXPyaNjerNy-FzDF4lMX9_cY8DSvx61yocxF23HdPZum1WvLVhMK6ciTpbAuNV-vLfUg4x2s2_tkyaltlWQ6VzyuP-iWfR7trJ326mMcWVFiNl64XjsXiSSn8g/s1600/logotwitter.png" width="193" /></a></div><br /><div><br /></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-18397167044683790492022-12-06T20:58:00.006+01:002023-03-12T20:11:26.040+01:00VideotestamentoMi nombre es Alberto Garcés Fernández. Hoy es 13 de febrero de 2222, son las 17:23 y, como atestiguan las constantes vitales que se superponen en esta imagen, me encuentro en un estado de salud acorde a mi edad. <br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguVsKbeHh-ZSun-HYWMfn6QzmgN9u_uWw2Rz29t96JHod5qkGeeZQEw0MVS5u1KQWdFoF2mm4jEYJ3H4vEtgbjj1g6JupyqZzgHXdUenssphySgFfp6LIigypnBK2Vj1F5hCBdtUZBrFy7OU00YuknyMTN7I20Xw8XFcFLrSupLVqAGvBRQcWLiU275Q/s1890/viedologo.gif" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="1063" data-original-width="1890" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguVsKbeHh-ZSun-HYWMfn6QzmgN9u_uWw2Rz29t96JHod5qkGeeZQEw0MVS5u1KQWdFoF2mm4jEYJ3H4vEtgbjj1g6JupyqZzgHXdUenssphySgFfp6LIigypnBK2Vj1F5hCBdtUZBrFy7OU00YuknyMTN7I20Xw8XFcFLrSupLVqAGvBRQcWLiU275Q/w400-h225/viedologo.gif" width="400" /></a><br /><div><br /></div><div>Esta grabación personal no tendrá cortes ni será editada, convirtiéndose así en mi testamento. En el momento de terminar la grabación la incorporaré a la cadena de bloques del Registro General Estatal de Últimas Voluntades y dejará sin validez cualquier otro documento previo ya sea escrito, oral o visual en el que exprese algún deseo o idea, general o concreta, en torno a mi muerte y al destino y reparto de mis bienes, activos financieros y suscripciones. <br /><br />En primer lugar, nombro como mi albacea testamentaria a mi querida hermana menor, Sonia Ángeles Hernández de las Heras, quién podrá tener acceso a mi archivo maestro de contraseñas, con el fin de que pueda administrar la baja en los diversos servicios de pago diario, semanal y mensual. Ella será, por añadidura, quién pueda disfrutar de los meses que restan de los servicios de televisión, música, transporte personal, sexo y limpieza de pago semestral o anual. Para ella serán también todos los bienes personales que se encuentran en el apartamento número 13 B del edificio Las Canteras, sito en la Calle de las Gardenias, 15, de la Aglomeración Urbana de Almería Litoral. <br /><br />También ella gozará del derecho de alquiler preferente de dicho apartamento. En el caso de que no quiera ejercerlo, que será lo más probable, nadie más podrá hacerlo, quedando el apartamento a lo que decida Holding Casas Felices, su legítima propietaria. <br /><br />Finalmente, los saldos finales de mis activos financieros serán ingresados en mi cuenta personal de Hacienda, de forma que mi coste social se minimice en la medida de lo posible. <br /><br />Creo que, después de esto, no queda nada más por repartir. <br /><br />Bueno, me gustaría añadir que me encantaría haber dispuesto de algo más de saldo de vida. Ya sé que tendría que haberlo pensado antes y haberme esforzado por lograr algún empleo de mayor valor añadido social, como hizo Sonia. Pero cuando uno es joven y estúpido, y yo lo era mucho, el alcanzar el saldo cero siempre parece muy lejano. Hoy, con poco más de 67 años y con una esperanza de vida de más de 98, tener que saldar ahora mi cuenta resulta terriblemente doloroso. Tal vez, si el período exento de contabilización hubiera sido más corto, habría tenido antes que preocuparme por mi saldo social y habría tomado otro tipo de decisiones. O puede que hubiera tenido algún hijo, una de las aportaciones al Común más valiosas y que más contribuyen al alargamiento de la vida posjubilación. <br /><br />Sonia fue más lista que yo. Optó por arriesgar muchos años de coste neto al estudiar la carrera, pero a cambio logró un puesto de mayor valor social y, tras su jubilación, cuando cumpla los 65, dispondrá de mucho más saldo temporal para disfrutar de su retiro. <br /><br />En fin, ya no hay nada que pueda hacer y, según mi cuenta con Hacienda, cada día que pasa le cuesto al Común en torno a 7.823,61 nuevos euros. Por desgracia, alcancé el saldo neto hace dos días y mis vecinos ya han comenzado a despreciarme sin disimulo. Hoy dejaré de acumular más gasto al Común y haré lo que se espera de un ciudadano ejemplar. He programado el óbito para las 21:20 de esta noche, evitando así computar la cena pero con margen suficiente como para ver mi último atardecer. <br /><br />Fechado en la Aglomeración Urbana de Almería Litoral, a 13 de febrero de 2222, hora: 17:29.</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br />
<p> <iframe src="https://www.ivoox.com/player_ej_104042026_6_1.html?c1=fc0404" width="100%" height="200" frameborder="0" allowfullscreen="" scrolling="no" loading="lazy"></iframe> </p>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-64731114354530951002022-10-13T00:33:00.002+02:002022-10-13T00:35:15.170+02:00La decisión acertadaEn la academia de oficiales había hecho varios ejercicios sobre esta cuestión. A él le costaba mucho tomar la decisión acertada y, en la mayoría de las ocasiones, se equivocaba: acataba las órdenes cuando no debía y las obviaba cuando era necesario cumplirlas. En las últimas semanas, aún encontrándose lejos del frente, comenzó a maldormir a causa de unas pesadillas recurrentes en las que se veía alternativamente pulsando el botón y descerrajándole un tiro al presidente. Cuando se despertaba alterado y sudoroso, intentaba tranquilizarse de la única forma que los militares de su edad y rango sabían hacerlo: con vodka. <br /><br />Al principio estaba seguro de que no tendría que tomar esa decisión, al fin y al cabo la previsión era la de una rendición rápida. Los estrategas habían planteado un escenario de resistencia a medio plazo, en el que el frente de avance ya habría alcanzado la capital y entre un 50 y un 60 % del territorio enemigo. La negociación sería entonces rápida y todos recibirían nuevas medallas, honores y, por supuesto, poder. <br /><br />Pero el plan estaba saliendo mal. No habían calculado adecuadamente la respuesta del resto del mundo. Los supuestos aliados propios no lo eran tanto y los timoratos posibles aliados del enemigo resultaron más decididos de lo previsto y comenzaron a surtir de moderno equipamiento militar inteligente a los soldados que les combatían. El frente se estabilizó mucho antes de lo previsto, debieron renunciar a la conquista de la capital y afrontar un conflicto que sería más largo de lo previsto, pero que, según los estrategas, terminarían ganando: el invierno sería una vez más su aliado. <br /><br />Lo que nunca pensaron es que sus posiciones fueran asaltadas en una ofensiva inesperada y certera. Les sobrepasaron en todas las líneas y sus tropas se vieron envueltas en una retirada desordenada y caótica. Los sueños ya no eran solo sueños, comenzaban a parecer premoniciones. <br /><br />Las noches parecían mucho más largas ahora, porque las pesadillas se solapaban con el insomnio. La llave que llevaba colgada del cuello comenzaba a quemar como lava salida de las tierras de Mordor y cada llamada de teléfono venía acompañada de un pellizco en el estómago. La falta de sueño y la tensión, además, le habían afectado el carácter y sus subordinados habían comenzado a evitarle. Se daba cuenta de ello y se enfurecía, con ellos y con él mismo. <br /><br />Finalmente llegó la temida llamada. El presidente, enrocado en un endiablado juego de ajedrez consigo mismo, terminó por elevar la apuesta y decidió disparar el arma nuclear. <br /><br />Ahí estaba, en el despacho del presidente junto con el resto del estado mayor y los principales ministros del Gobierno, con la llave maldita en el cuello y el arma reglamentaria cargada en el cinto. Otra vez como en la academia. Si optaba por usar la llave y apretar el botón, tarde o temprano acabaría fusilado o muerto a causa de la respuesta enemiga. Si optaba por la pistola, posiblemente le matarían sus propios compañeros de manera inmediata. Otra vez estaba condenado a equivocarse…<div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZY6hanvsx_Vlx53B5AIJJhYRSysii0T3FxvVuHLgKNMR-iLWUJxgz5GeIJPxCYbko8MfMUq2JMLTOuTHiJc8dyXHAOjeQHyYaL_PNiZAGSjPvnC6VgNV7ZvkNBQu4LWRa5XyulLmtyLYAQkGUZBmpAXGXeyMVZpGIWX6gV102SY0sJ_nsxyQwVkGa4A/s1474/light-sunset-night-sunlight-reflection-red-1324439-pxhere.com.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1474" data-original-width="1174" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZY6hanvsx_Vlx53B5AIJJhYRSysii0T3FxvVuHLgKNMR-iLWUJxgz5GeIJPxCYbko8MfMUq2JMLTOuTHiJc8dyXHAOjeQHyYaL_PNiZAGSjPvnC6VgNV7ZvkNBQu4LWRa5XyulLmtyLYAQkGUZBmpAXGXeyMVZpGIWX6gV102SY0sJ_nsxyQwVkGa4A/w510-h640/light-sunset-night-sunlight-reflection-red-1324439-pxhere.com.jpg" width="510" /></a></div><br /><div><br /></div></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-24793144541200643302022-09-14T18:18:00.004+02:002022-09-14T18:29:12.184+02:00El americano de BoloniaTal vez deba comenzar esta historia reconociendo que soy un mitómano redomado. Posiblemente ya en mi infancia incubaba el germen de esta enfermedad, puesto que coleccionaba con pasión casi religiosa cuanto álbum de cromos de serie famosa se publicaba y, por supuesto, cualquiera de los muchos que salían sobre fútbol. En la adolescencia el interés viró hacia la música, transformándome en un coleccionista de discos, pósteres y camisetas de los grupos que me gustaban, casi todos de la Movida. Luego, con la llegada de Internet y de cierta madurez, fijé mis objetivos en algunos grandes de la música clásica y la ópera. De María Callas, por ejemplo, llegué a reunir la colección de grabaciones más completa de Europa, y a punto estuve de comprar uno de los trajes con los que la diva interpretó a Tosca en la Scala. Y en los últimos años mi atención se ha centrado en los compositores de bandas sonoras de cine: Morricone, Zimmerman, Powell, Horner y, por supuesto, el excelso Williams. <br /><br />A lo largo de todo este tiempo solo ha habido un intérprete que haya seguido en el centro de mi atención de forma continua. Comencé a escuchar a Elvis en un destartalado radiocasete que mi tía tenía en su casa, allá por 1984. Creo que casi borré la cinta de grandes éxitos que ella tenía. De hecho, me acompañó todo aquel curso y luego se vino conmigo a la Universidad. Poco a poco fui comprando otras cintas y discos, así como algunos libros sobre su vida y su obra. <br /><br />En el verano de 1990, con la carrera recién terminada, antes de lanzarme al mercado de trabajo como un joven economista de gabardina y gomina, quise pasar unas últimas vacaciones de verano a lo grande, despreocupado de asignaturas pendientes y solo sujeto a los caprichos del viento y las olas en mi lugar favorito: Tarifa. En aquella época ya comenzaba a estar de moda y no resultaba barato poder alquilar un apartamento durante todo el verano. La cuestión la resolví compartiendo el piso con otros dos compañeros, realquilando una habitación a los windsurfistas que necesitaban solo cama y baño por un par de días y ayudando a mi primo Luis en su chiringuito de la playa de Bolonia durante los fines de semana. <br /><br />El trabajo era agotador, mucho más de lo que había previsto, hasta el punto de que los lunes no me quedaban ganas ni de playa, ni de tablas, ni de vela, ni de nada. Pero aquel verano quedó grabado a fuego en mi memoria, entre otras cosas, por un personaje que, de vez en cuando, se dejaba caer por el chiringuito. Era un tipo calvo y gordo, casi con toda seguridad americano, por el acento, y dueño de una voz profunda y grave, que me resultó enormemente familiar desde el primer momento. <br /><br />El hombre se pasaba las horas bebiendo cerveza en una de las mesas de dentro del chiringuito, que quedaba un poco escondida. A veces, cuando ya quedaba poca gente en el local, pedía prestada la guitarra de Luis y se arrancaba a cantar. Casi siempre blues, casi siempre canciones tristes, de desamor y derrota, que sonaban profundas y potentes al salir de su garganta. Aquella voz me tenía obsesionado, me sonaba mucho. <br /><br />El americano, que así le llamábamos, se había instalado en alguno de los cortijos de la zona hacía un par de años y había llegado a tener algo parecido a la amistad con mi primo. <br /><br />Mi última noche de camarero, a finales de agosto de aquel año, mi primo le pidió que cantara una de Elvis, en mi honor, ya que yo era un gran fan. Él no quiso de primeras, pero un par de cervezas después comenzó a cantar Love me tender. Me quedé alucinado, su voz era idéntica a la de Elvis. Pero es que, además, las pausas, los adornos vocales, todo era prácticamente igual que en las grabaciones. Aplaudí hasta hacerme daño en las manos y la agradecí el detalle con una última invitación. <br /><br />Luego llegó la vida. Sorprendentemente no me convertí en el nuevo Mario Conde, sino que tuve que conformarme un puesto de analista de mercados internacionales en la Cámara de Comercio de Almería y una plaza de profesor asociado en la Universidad. No volví a ver a Luis hasta el año 2002. Coincidimos en la boda familiar y nos había asignado la misma mesa. Como cabía esperar, a lo largo de la conversación salió a relucir el verano de Tarifa y los buenos tiempos del chiringuito. Le pregunté por el americano, aquel que cantaba como Elvis. Me contó que siguió yendo por allí tres o cuatro años y luego desapareció. Me pareció raro, y de pronto se me ocurrió una idea peregrina. Le dije: “mira que si el americano era en realidad Elvis Presley… Tenía la edad adecuada, la fisonomía adecuada y, desde luego, la misma voz. ¿Te imaginas que el verdadero Elvis nos hubiera cantado? Sería la leche”. <br /><br />Mi primo me miró muy serio, y me dijo “pues si eso te parece la leche, imagínate lo que significó para mí escudarle cantar a duo con Camarón de la Isla”.<div><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglsvSVbBeNtFUn0h8D-MYsXeKKNNolqbEb80g-U1BNfShB5RvFP2F0qqpx99BmGpDWNksOeWp_2jYTEMQM100BBHsU6EYFGSAkfEgSiHOo3OKBtr9AlaAbsRu1bw58W_8KXrlC6SasYx6p-E9gA-JaSJhiIZFU8Xy4tMozWLRZylFUOxRnDqfjB41gQA/s3872/Playa%20Bolonia.jpeg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="2592" data-original-width="3872" height="428" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglsvSVbBeNtFUn0h8D-MYsXeKKNNolqbEb80g-U1BNfShB5RvFP2F0qqpx99BmGpDWNksOeWp_2jYTEMQM100BBHsU6EYFGSAkfEgSiHOo3OKBtr9AlaAbsRu1bw58W_8KXrlC6SasYx6p-E9gA-JaSJhiIZFU8Xy4tMozWLRZylFUOxRnDqfjB41gQA/w640-h428/Playa%20Bolonia.jpeg" width="640" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Playa de Bolonia. es.wikipedia.org</td></tr></tbody></table><br /><div><br /></div></div>
<p><iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="200" loading="lazy" scrolling="no" src="https://www.ivoox.com/player_ej_92285061_6_1.html?c1=fc0404" width="100%"></iframe></p>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-88723716329638621582022-07-18T20:07:00.007+02:002023-01-04T18:39:04.298+01:00Trotski, el labrachichaLa carta nos llegó tres días después de su fallecimiento, el 12 de mayo de 2022. Por fin, y tras cinco años de idas y venidas, de varios hackeos y de decenas de excelsas falsificaciones de certificados de pedigrí y análisis de ADN, la Federación Mundial de Razas Caninas Selectas reconocía que nuestro Trotski era el ejemplar prototípico de la nueva raza labrachicha, derivada de diversos cruces entre labradores, pastores alemanes y téckeles. <br /><br />Apenas nos sirvió de consuelo; en realidad nos devolvió la punzada en el alma que ya nos había producido Google cuando nos recordó la mañana en la que estaba programado su sacrifico el día que llegó a casa, justo trece años antes. <br /><br />Nuestro flamante labrachicha llegó a nuestras vidas un 9 de mayo de 2009, proveniente de una protectora de Adra, lloroso y en una caja de cartón. A primera vista, el tamaño de sus patas prometía un perro considerable. Pero la promesa solo se cumplió en parte, ya que de su herencia labradora sacó un potente ladrido (impropio de su cuerpo) y un carácter de macho alfa que le hizo enemigo de casi todos los machos del barrio. De su herencia salchicha sacó la baja estatura, el cuerpo alongado y unos andares chulescos que daban mucha risa. <br /><br />Tenía seguro algo de labrador: el hocico y la forma de las orejas lo recordaban y, de hecho, durante los primeros meses llegamos a pensar que esa parte de su herencia genética sería la ganadora. Cuando le preguntamos a Juan, nuestro veterinario, se rió un poco y nos dijo que a lo mejor la abuela había sido de esa raza. Trotski, a todos los efectos, era un mestizo. <br /><br />En realidad, que fuera mestizo o «de marca» nos daba completamente igual. Para nosotros era el miembro número cinco de la familia, el que más se ilusionaba cuando salíamos todos juntos y al que, con diferencia, más le gustaba el jamón serrano. <br /><br />No recuerdo quién inventó el nombre de la raza, pero sí que me acuerdo de que una niña le dijo a su madre al verlo pasar: «mira mamá, un perrito salchicha». Fue la primera vez que lo sacamos de paseo y solo quería jugar; se paraba con todo el mundo, ya fuera perro o humano. Hasta que se cansó y entonces buscaba la sombra de los árboles para tumbarse. Creo que ese día nació la broma. <br /><br />Al principio solo era eso, una broma que teníamos entre nosotros y que usábamos cada vez que alguien preguntaba por su raza. Fue mi hijo pequeño el que planteó la posibilidad de crear la raza oficialmente. Le expliqué que no era tan fácil, que habría que realizar mucho papeleo y que sería imposible al tratarse de un chucho. Pero él me desarmó con una sola frase: «papá, todas las razas han tenido que comenzar con un solo perro». Así que le animé a informarse del procedimiento, lo que hizo en un periodo asombrosamente corto, no dejándonos otra opción más que iniciar el proceso. <br /><br />La Federación Internacional no es precisamente un ente abierto a las novedades, y nos pedían informes que ni siquiera sabíamos que podían pedirse. Afortunadamente, mi amigo Nacho nos echó una mano entrando en los servidores de la Federación y alterando el expediente cada vez que este se atrancaba en algún punto del proceloso procedimiento. Él modestamente se define como un <a href="https://www.hackerdepueblo.es/" target="_blank">hacker de pueblo</a>, pero quienes le conocemos sabemos de su habilidad y de su buen corazón. Y, gracias a él, nuestro Trotski nació mestizo pero se fue de este mundo siendo un verdadero labrachicha. En la web de la Federación se define esta raza como producto de cruzamientos entre labrador, teckel y pastor alemán, de tamaño mediano, capa de pelo corto, normalmente de color canela o tostado, hocico alargado, ojos color miel, orejas caídas de tamaño medio, expresión bobalicona, y potente ladrido. Todos los miembros de esta raza tienen la cola corta, jalonada por un mechón de pelo en forma de gallardete, siendo este el elemento diferenciador más característico. Y se acompaña de una fotografía de nuestro Trotski tumbado en la alfombra del salón.<br /><div><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFyqqoedwrOFm2DfEYjQN6A5xWPKH5_K6YI5Rj7Tzxt-OdREoyPqqXGp7OEjlMIXTQAhtQizGx5Xl5Z_Tq79x3_1b7_12D1rUVbp3ZZJCB4CT1Va8FoCutwaNZKel1X5B0qnr059rWKba6wC3fkZRAH-CD5XFO6s5c2MQ2yk5teUaEEtYkRiQOegbiog/s3264/6FD06DD1-CF0A-4229-9831-5D14FC3B9B60.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2448" data-original-width="3264" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFyqqoedwrOFm2DfEYjQN6A5xWPKH5_K6YI5Rj7Tzxt-OdREoyPqqXGp7OEjlMIXTQAhtQizGx5Xl5Z_Tq79x3_1b7_12D1rUVbp3ZZJCB4CT1Va8FoCutwaNZKel1X5B0qnr059rWKba6wC3fkZRAH-CD5XFO6s5c2MQ2yk5teUaEEtYkRiQOegbiog/w640-h480/6FD06DD1-CF0A-4229-9831-5D14FC3B9B60.jpeg" width="640" /></a></div><br /><div><br /></div>
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<iframe src="https://www.ivoox.com/player_ej_100565563_6_1.html?c1=fc0404" width="100%" height="200" frameborder="0" allowfullscreen="" scrolling="no" loading="lazy"></iframe>
</p>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-63373360617755998162022-07-08T11:28:00.007+02:002022-07-08T11:35:20.657+02:00Enumeración de un desengañoUna mirada furtiva.<br />Una pregunta inocente.<br />Una forma rebuscada de decir tu nombre y conocer el suyo.<br />Un desaire esquivado por poco.<br />Una invitación en la cafetería del hotel.<br />Una conversación sorprendentemente franca.<br />Un punto y final que es un punto y seguido.<br />Una coincidencia de planta.<br />Un ascensor que parece estrecharse.<br />Unos labios que se buscan y se encuentran.<br />Un sentimiento de culpa.<br />Un lo siento, no puedo hacer esto.<br />Un regreso solitario a la barra.<br />Una solitaria copa de wiski.<div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXggVbZ2nP6hdjIrCkU-196Yb2lOWkf-kw8VDTxljgIlaKjz2Zw3CJ0tXXY0LVuQMNfeKr8B2ikD9mmgnshS4WATfQqZtrL58OB5IHegmqjN_fANq3hdUBP6G4Hc-hWAphzKdgYmk2c2PiRUQ3RfXWUgdg3Mr3yl7t1hwztPlHjV1lZOCNG6CMzZd8sA/s1170/9A26C933-393A-49E7-81A9-A8CF9D746189.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1147" data-original-width="1170" height="314" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXggVbZ2nP6hdjIrCkU-196Yb2lOWkf-kw8VDTxljgIlaKjz2Zw3CJ0tXXY0LVuQMNfeKr8B2ikD9mmgnshS4WATfQqZtrL58OB5IHegmqjN_fANq3hdUBP6G4Hc-hWAphzKdgYmk2c2PiRUQ3RfXWUgdg3Mr3yl7t1hwztPlHjV1lZOCNG6CMzZd8sA/s320/9A26C933-393A-49E7-81A9-A8CF9D746189.jpeg" width="320" /></a></div><br /><div><br /></div></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-27364843852225467192022-04-08T20:30:00.008+02:002022-04-08T20:30:52.799+02:00Beatriz buscándose en el hieloAquel año había adelantado sus vacaciones para poder viajar a Argentina. Tenía previsto un mes de viaje de casi-novios con Eduardo. Pero una semana antes de iniciar la ruta, él le dijo aquello de «tenemos que hablar». Finalmente se convirtió en un tránsito de superación personal y sentimental. Poco a poco, la distancia y el paso de los días fueron suavizando el dolor, hasta que llegó a pasar un día completo sin echarle de menos. El mejor momento de aquel día lo vivió en el Perito Moreno, apoyada en la regala del barco en el que se hacía la excursión. El patrón se aventuró a acercarse a la mole de hielo más de lo que parecía aconsejable, pero eso le permitió fijar en su memoria el instante en el que pudo verse reflejada en el hielo. Esa soy yo, se dijo.Aquella imagen le acompañó de vuelta a España y gracias a ella superó sin mayores problemas el reparto de los bienes, la búsqueda de un nuevo piso y la soledad de una ciudad en la que lo único que le quedaba era el trabajo.<div><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5vYv-bj1krTuKIZXTnVss8GHWj75jHVkWojx5dA-hM_9oai60LQrdCdYsE5TN58tWzqYfutM35ATHzL_beVbZxBcFdcr0qW_iClIwnADJU5GUch7SMZBpP4EicyzmZ4pxQW_U7DVrVy2SSmvurQ8tEfaleQ6O62b_aLRYrMG5CHtWC8iVY7OI6gEJFg/s1920/grace-g8e5c465b3_1920.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="1080" data-original-width="1920" height="360" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5vYv-bj1krTuKIZXTnVss8GHWj75jHVkWojx5dA-hM_9oai60LQrdCdYsE5TN58tWzqYfutM35ATHzL_beVbZxBcFdcr0qW_iClIwnADJU5GUch7SMZBpP4EicyzmZ4pxQW_U7DVrVy2SSmvurQ8tEfaleQ6O62b_aLRYrMG5CHtWC8iVY7OI6gEJFg/w640-h360/grace-g8e5c465b3_1920.jpg" width="640" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Foto: Pixabay</td></tr></tbody></table><br />Además, casi de inmediato, comenzó el confinamiento por la covid y el teletrabajo le ahorró explicaciones en la oficina así como las miradas de conmiseración de los compañeros. La naturaleza de sus funciones le permitían un gran nivel de independencia, de manera que las reuniones por videoconferencia se limitaban a una o dos cada 15 o 20 días. Durante las últimas semanas de encierro empezó a notar que la cámara de su ordenador emitía una imagen algo desdibujada y borrosa que añadía una capa más de aislamiento con el resto del mundo y que no se preocupó en reparar. La vuelta a la oficina en junio no le hacía demasiada gracia, así que pidió continuar con el teletrabajo aduciendo una debilidad congénita de sus pulmones que nadie le pidió corroborar y así alargó el encierro domiciliario hasta bien entrado diciembre. Su rutina era trabajo, limpieza, ejercicio, sueño y vuelta a comenzar con el trabajo; con pausas de algunas horas para hacer y recibir las compras online y siestas prolongadas los fines de semana. Durante esos meses, la avería de la cámara fue a más, hasta el punto que terminó por no encenderla para las reuniones. <br /><div><br />En diciembre, sin embargo, le comunicaron que a partir del 7 de enero debía volver a la oficina para trabajar de forma presencial. El correo de recursos humanos era bastante taxativo y comprendió que no iba a lograr ninguna nueva prórroga, al menos ninguna sin presentar un justificante médico real. El día de reyes lo pasó muy nerviosa. Se obligó a permanecer la mayor parte del día en la calle para reacostumbrarse al contacto humano, pero le fue imposible quitarse de encima una desagradable sensación de malestar. La mañana del regreso decidió llegar temprano a la oficina, para evitar los corrillos que a primera hora de la mañana se formaban en la recepción y en el pasillo principal. Poco a poco fueron llegando sus compañeros, a los que saludaba con apenas un murmullo, para evitar que se fijaran en ella. En realidad, ellos tampoco parecían entusiasmados con su regreso y apenas le cruzaban la mirada. <br /><br />A medio día, se levantó por primera vez para ir al servicio y almorzar en la pequeña cocina habilitada con un par de microondas, un frigorífico y una cafetera. Tampoco en ese momento nadie le dijo nada. Se sintió dolida, sus compañeros se comportaban como si ella fuera un fantasma, como si no estuviera allí. Durante el resto de la jornada fue incapaz de concentrarse, atenta a los movimientos de los demás. Nadie parecía reparar en ella y entonces comenzó a preocuparse: ¿por qué le estarían haciendo todos luz de gas? <br /><br />De vuelta a casa seguía pensando en posibles razones de tal desprecio, sin ser capaz de encontrar nada que no fuera su prolongación del teletrabajo; aunque, en realidad, tampoco le parecía motivo suficiente. Aquella noche durmió mal, peor que la anterior. Las pesadillas fueron constantes y la pasó despertándose sobresaltada cada pocas horas. <br /><br />Por la mañana, la falta de descanso le hacía arrastrar los pies y moverse más torpemente que de costumbre. Tardó más de lo usual en acertar con el botón para silenciar el despertador, le costó ajustarse las zapatillas y, cuando llegó el momento de echarse agua a la cara, se la notó extraña. Entonces se fijó en su imagen del espejo y vio un reflejo distorsionado, desdibujado y borroso. Por más agua que se echaba en los ojos, el reflejo no mejoraba. Se asustó, algo malo le estaba pasando en la vista, aunque era muy raro que lo único que sus ojos desenfocaban era a ella misma; el resto del universo permanecía en la más absoluta nitidez. ¿Podía ser una enfermedad mental? <br /><br />Mandó un correo electrónico a su jefa para excusar la asistencia aquel día y se dedicó toda la mañana a observarse delante de los diversos espejos de la casa. No estaba segura, pero la daba la impresión de que se desdibujaba poco a poco con el transcurso de las horas. <br /><br />Entonces se acordó de aquel reflejo congelado, y sintió la necesidad de volver. Sacó un billete de avión a Buenos Aires para esa misma noche. Durante todo el viaje apenas nadie reparó en ella, solo un buenas noches de saludo al entrar al avión por parte de la sobrecargo que ni siquiera estaba segura fuera realmente para ella. 37 horas después volvía a estar en el lago, frente al Perito Moreno, buscándose entre las aristas congeladas del mismo y, cuando ya desistía de su empeño, se encontró con el reflejo de un año antes, mirándole con una expresión de profunda pena y vestida exactamente igual que entonces. En ese momento decidió que no regresaría a Madrid y que permanecería cerca del glacial el resto de su vida, ya que, en el fondo, encerrada entre sus capas de agua congelada, estaba ella, su verdadera ella.</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-4706726092457465202022-03-23T19:52:00.000+01:002022-03-23T19:52:07.727+01:00El relatistaYa me llamó la atención el tipo de letra usado en la tarjeta, anticuado y difícil de leer. Pero más aún el título que aparecía bajo su nombre: Américo Valencia Alba. Relatista. Debió leer en mi rostro la extrañeza porque me preguntó si todo estaba bien. «Claro, solo es que no entiendo bien su profesión: ¿es usted escritor o algo parecido?» <br /><br />Resultó evidente que esperaba una pregunta similar, porque inmediatamente comenzó a hablar: «algo parecido. Yo creo relatos para empresas y personas que necesitan conectar su historia o sus productos con la gente. ¿Conoce usted las magdalenas de Panadería del Viso?»<div><br /></div><div>«Panaderos de tercera generación», le dije yo, repitiendo el eslogan de sus anuncios en Youtube. «Bueno, no exactamente, en realidad es una empresa que pertenece a un fondo de inversión noruego. Estaban interesados en el sector, compraron varias plantas por España y llegaron a acuerdos de distribución con una gran cadena minorista. Pero entendían que, aparte de buenos productos, necesitaban una historia que fuera atractiva para sus consumidores, así que recurrieron a mí. Yo les escribí el relato: una empresa artesana, de un pequeño pueblo hoy casi abandonado, que a través de tres generaciones logra crecer y convertirse en una marca de prestigio. La mente de los consumidores hace el resto: imaginan que las recetas también han pasado de padres a hijos, o que el proceso es casi artesano, o que al frente de la empresa sigue el nieto del fundador… Empatizan con esa familia que ha logrado crear de la nada un éxito y etiquetan los productos como auténticos, de la tierra, nuestros, de calidad… Ese es mi trabajo». </div><div><br /></div><div>Reconozco que mi respuesta salió del alma: «Vamos, que usted crea mentiras a medida». De nuevo, estaba preparado: «No, yo creo relatos factibles. MIs clientes son los que deciden mentir o no. En este caso, compraron una vieja panadería en El Viso, de tercera generación y han mantenido en su catálogo algunas de las elaboraciones tradicionales de dicha panadería. Incluso están pensando abrir un museo en el pueblo».</div><div><br /></div><div>Sonreía de manera algo socarrona al terminar la perorata. Supuse que estaba imaginando mis pensamientos: ¿y qué relato sería capaz de inventar para una asesoría especializada en el blanqueo de capitales y la evasión fiscal?</div><div><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjr7e_AWQqUcsXccAhk1FYkVk5v4dMkoveo2p07Hudbv8eike--Hft7ft6e-h3fDQjnxLe5UEIwGC2g34GCvWXyhRIjuiHdU1fZkmUds8htvcJIwB3L-OQJ1NscLB17vKUgxKJqkW9irHevjMDR_QUArL6n2aO0LPvTkIwaTYycUVegml2W4uX5jWVvHw/s5472/pen-black-lip-ink-fountain-pen-writing-implement-1403219-pxhere.com.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3648" data-original-width="5472" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjr7e_AWQqUcsXccAhk1FYkVk5v4dMkoveo2p07Hudbv8eike--Hft7ft6e-h3fDQjnxLe5UEIwGC2g34GCvWXyhRIjuiHdU1fZkmUds8htvcJIwB3L-OQJ1NscLB17vKUgxKJqkW9irHevjMDR_QUArL6n2aO0LPvTkIwaTYycUVegml2W4uX5jWVvHw/w400-h266/pen-black-lip-ink-fountain-pen-writing-implement-1403219-pxhere.com.jpg" width="400" /></a></div><br /><div><br /></div><div><br /></div><div><br /><br /> </div>
David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-13575381828671914312022-02-13T11:49:00.004+01:002022-02-13T11:49:56.217+01:00La tribuLlevan viviendo en el valle y sus alrededores desde hace tan solo cinco generaciones, pero ellos creen que han estado allí desde siempre. Los relatos que se cuentan alrededor del fuego sobre un tiempo en el que el hielo lo invadía todo, los ubican en un momento mítico, demasiado atrás en como para que pueda ser importante. Solo el chamán lo sabe, porque él sí conoce la importancia de las leyendas y porque fue parte del legado de conocimientos que le dejó su antecesora. <br /><br />Por eso es el primero en identificar los signos a su alrededor: las lluvias se hacen cada vez más infrecuentes e intensas y el suelo comienza a cuartearse en las orillas del lago a medida que el agua se retira. Y por eso se da cuenta de que pronto tendrán que abandonar aquellas tierras y trasladarse más norte. Con un poco de suerte, aún le quedarán fuerzas para ver a los suyos establecidos en un nuevo lugar. Aunque cada nueva mañana se dice a sí mismo que su marcha al mundo de los espíritus debe esperar, lo cierto es que teme ser demasiado mayor para comenzar el viaje. Pero la supervivencia de la tribu está por encima de su sueño de morir en aquellas tierras. <br /><br />Le cuesta convencer a la jefa, que no concibe que pueda existir un lugar mejor en el que vivir. Teme que su partida sea aprovechada por alguno de los clanes vecinos ara apoderarse del territorio, o que los suyos, descontentos, elijan a otra para guiarles si no aceptan la decisión de partir. <br /><br />Retrasa la decisión todo lo que puede. Cada día acude a la orilla del lago con la esperanza de verla crecer. Allí es donde ve por primera vez los restos de los hombres antiguos, y recuerda la leyenda que habla de las extrañas estructuras escondidas en el fondo de algunos lagos que cuando aparecen traen consigo la maldición de los hombres antiguos: hambre, enfermedades y muerte. <br /><br />Entonces comprende que el chamán tiene razón y que el tiempo de los hombres rojos en aquella tierra ha llegado a su fin.<div><br /><div><br /></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://i0.wp.com/img.imgur.com/WG9pB.jpg?zoom=2" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="480" data-original-width="640" height="480" src="https://i0.wp.com/img.imgur.com/WG9pB.jpg?zoom=2" width="640" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Foto: https://curiososincompletos.wordpress.com/2012/09/15/iberia-sumergida-pueblos-desaparecidos-bajo-las-aguas/</td></tr></tbody></table><br /><div><br /></div></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-18722235400381442112022-01-21T20:47:00.005+01:002022-09-13T20:35:33.380+02:00David Uclés muere en Tegucigalpa<p>Suelo contar que lo hago para controlar las citas bibliográficas, pero a mis amigos les reconozco que la verdadera causa es la vanidad. Tengo una búsqueda automática en Google con mi nombre. Hasta el pasado 12 de diciembre la mayor parte de los resultados que me mandaba el algoritmo del gran buscador eran mis esporádicas apariciones en la prensa local y numerosos cruces casuales de mi nombre y mi apellido, parece ser que hay una tecnología cuyas siglas coinciden con U.C.L.E.S.; aunque también solían aparecer otras personas con mis mismos nombre y apellido: un artista de Úbeda o un ingeniero de Barcelona. Sin embargo, aquel día el enlace me dirigía a un diario hondureño y a un titular de crónica negra: <b>“Dentro de casa abandonada hallan muerto a un hombre en el barrio de Pueblo Nuevo”</b>. El nombre aparecía en el subtítulo: “El fallecido fue identificado como David Uclés, de 54 años”. Por primera vez se producía una doble coincidencia, el nombre y la edad. Por supuesto, seguí leyendo la noticia y así me enteré de que aquel David Uclés había aparecido en una casa abandonada de una barriada de Tegucigalpa, sobre un colchón mugriento y rodeado de basura sin que, de momento, se conociera la razón del fallecimiento. </p><p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhmOxZ8yvcOrt3Jnk_MugHoDpIfETFxLE4fNT4KZRj1WMjzKlMc2uYWgo9X5ZQW9SYSCndpUQEVDyFHdIPrmTWnxuAb2QbWqsvs97OIk2YbhWpVKlkmaOWh4D6OK5tVaIPFSnN74-3T4vC7j4ZNn3WxsNVwcmnw-NYSPJFeyWceawCoPnOIqzbxuxzHtg=s2732" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="2732" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhmOxZ8yvcOrt3Jnk_MugHoDpIfETFxLE4fNT4KZRj1WMjzKlMc2uYWgo9X5ZQW9SYSCndpUQEVDyFHdIPrmTWnxuAb2QbWqsvs97OIk2YbhWpVKlkmaOWh4D6OK5tVaIPFSnN74-3T4vC7j4ZNn3WxsNVwcmnw-NYSPJFeyWceawCoPnOIqzbxuxzHtg=w640-h480" width="640" /></a></div><br /><p><br />No pude evitar recordar a Borges y el cuento en el que se encuentra a sí mismo con otra edad en un parque de Ginebra, y sentir que la situación podía resultar remotamente parecida. No pasé de ahí y dejé archivada la casualidad en el apartado de curiosidades para sobremesas de mi cabeza. Pero hace tres días, Google volvió a remitirme otro de sus informes de búsquedas automáticas, y en esta ocasíón no solo aclaraban que la muerte de aquel David Uclés se había debido a un coma etílico, sino que desgranaban su biografía, tan similar a la mía: economista especializado en el sector agrario, casado, con dos hijos varones; aficionado a la literatura y la tecnología, empleado de una pequeña cooperativa de ahorro y crédito tras haber sido profesor de economía unos años y comentarista ocasional en la prensa de su ciudad, Comayagua. En el último año y medio, había recorrido una espiral de autodestrucción, que comenzó con el abandono de su trabajo, el traslado en solitario a Tegucigalpa para mover sus cuentos por los circuitos literarios de la capital y que terminó derivando en una separación traumática y la búsqueda de consuelo en el alcohol. Al final de la crónica, plagada de detalles, se adjuntaba la foto del desgraciado. Tardé un poco en reconocerme, porque aquel David Uclés de la foto era algo más jóven, pero sus ojos, su barbilla y sus entradas eran las mías con 35 años. <br /><br />Desde entonces, no he podido dormir bien ni una sola noche, me paso las horas en Internet buscando información sobre mi yo americano; he podido rastrear algunos de sus artículos en la web y he comprobado que más o menos pensamos igual, incluso dejamos de usar la tilde en el solo por las mismas fechas. Su blog de cuentos se titula <i>Relatos en menos de 15 líneas </i>y en su bío explica que proyectaba emular a Sherezade escribiendo mil y uno, exactamente lo mismo que yo. <br /><br />Esto va más allá de Borges, incluso más allá de la teoría de la doctora Nima Arkani-Hamed. Los multiversos no solo existen a escala cosmológica, sino que a veces coinciden en el tiempo. Y es posible que haya dos David Uclés y que en otro universo Almería sea Comayagua y Madrid, Tegucigalpa<span style="font-family: "Helvetica Neue"; font-size: 11px;">.</span></p><p><span style="font-family: "Helvetica Neue"; font-size: 11px;"><br /></span></p>
<p><iframe src="https://www.ivoox.com/player_ej_88863285_6_1.html?c1=fc0404" width="100%" height="200" frameborder="0" allowfullscreen="" scrolling="no" loading="lazy"></iframe></p>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-73130506343796977992022-01-04T17:27:00.001+01:002022-01-04T17:27:21.798+01:00Alfa y omega<div class="separator">Lucía nació un 25 de diciembre por cesárea. Entonces el plazo de recuperación solía se de una semana, así que para el día de año nuevo estaba prevista su llegada al hogar. Pero, por razones desconocidas, a la niña le sobrevenían violentos ataques de fiebre car vez que los médicos comenzaban a tramitar el alta. El 6 de enero nació en el mismo hospital Alejandro, de parto natural. Ambos bebés durmieron cuna con cuna durante dos noches y solo cuando se llevaron al niño desaparecieron los ataques de Lucía.</div><div><br /></div>Volvieron a coincidir en la guardería, donde jugaban juntos a diario. El día que alguno de los dos faltaba al centro, el otro pasaba las horas de mal humor, llorando por cualquier causa y aislado del resto de niños.<br /><br />Ahí se acabaron las coincidencias. Luego, Alejandro se fue con sus padres a otra ciudad. Allí creció, allí se educó y allí terminó formando una familia, y luego otra y luego dejó de intentarlo. Lucía se pasó la infancia y luego la vida notando que algo le faltaba, nunca terminaba de estar a gusto del todo. Fue coleccionando profesiones y matrimonios, hasta tres, las mismas veces que llegó a ser madre. <div><br /></div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi7ZHgcYNb6vwbG5su8Wndt0dtyzkJppXXJ1x0O7yqitW1UY2ErH1ISpkVS1ZB0aIjD0o9CIKhqTJp445wbs4VfYs6uS4PO__2hyQP3d8j5dknAFFrZa0oVe2-CIrz5U3JB6W_7FuUsebSumK-qT1mTLUM4AcVM6DFPCUJPqclGzp81vz4yt5aq7hRtUQ=s776" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="430" data-original-width="776" height="177" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi7ZHgcYNb6vwbG5su8Wndt0dtyzkJppXXJ1x0O7yqitW1UY2ErH1ISpkVS1ZB0aIjD0o9CIKhqTJp445wbs4VfYs6uS4PO__2hyQP3d8j5dknAFFrZa0oVe2-CIrz5U3JB6W_7FuUsebSumK-qT1mTLUM4AcVM6DFPCUJPqclGzp81vz4yt5aq7hRtUQ=s320" width="320" /></a><br /><br /><div>Pasados los años, Alejandro regresó para su jubilación a la pequeña ciudad en la que nació y a la que no había vuelto nunca. Compró un pequeño piso al borde del paseo marítimo desde cuya terraza veía cada día salir y ocultarse el sol.<br /><br />Lucía por entonces intentaba llenar su eterno vacío ayudando en la crianza de sus nietos, a los que adoraba con una intensidad que no lograba entender del todo. Solo se permitía un rato para sí misma a diario, un pequeño rito que había comenzado con su último marido y que consistía en nadar la distancia entre los dos espigones de la playa, hiciera frío o calor.<br /><br />Alejandro la vio alguna mañana que llegó especialmente temprano y pensó sin demasiado convencimiento en que podría bajar y entablar conversación con ella. Admiraba su fortaleza y tesón en aquella empresa diaria que a él le parecía poco menos que impensable. Pero no llegó a hacerlo.<br /><br />A Alejandro le ingresaron en plena primera ola de la pandemia, el 7 de abril. A ella, ocho días después. Quiso el destino que ambos murieran prácticamente a la vez, el 20 de abril. Sus cuerpos fueron incinerados en diferentes crematorios y las familias recibieron sus restos en pleno confinamiento. <br /><br />Las hijas de Lucía organizaron una ceremonia en el mar, frente a la playa que tanto le gustaba. Se adentraron en una lancha alquilada y disimuladamente vaciaron la urna en el agua.<br /><br />A la misma hora, el hijo de Alejandro, desde el monte que coronaba aquella ciudad que su padre había elegido para morir, se orientó a favor del viento y agitó la urna para esparcir mejor sus cenizas. Aunque hasta ese preciso instante el viento había sido muy suave, se activó un intenso terral que las levantó y las impulsó en dirección al mar.</div><div><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-39677280168986206252021-12-18T13:19:00.003+01:002022-05-30T20:20:20.864+02:00Una vida no linealCreo que todo comenzó el 26 de julio de 1991. Yo acababa de terminar la carrera de Empresariales y, antes de incorporarme a un puesto de trabajo en una caja de ahorros, estaba pasando mis últimas vacaciones de estudiante en La Línea. Habíamos llegado a la playa de Levante y, como de costumbre, me lancé directamente al mar. Lo había hecho cientos de veces, pero aquella tarde calculé mal, salté con más fuerza y más cerca de la orilla que otras veces. Aunque mis brazos iban por delante, el impulso y la cercanía inesperada del fondo los doblaron, de forma que recibí un tremendo golpe en la cabeza, fruto del cual me aplasté una vértebra, perdí media paleta y el conocimiento. <br /><br />Recuerdo haberme despertado en mi cama completamente desorientado, haber llegado a la cocina de casa y recibir de mi madre, en lugar de un abrazo y un beso, una soberana bronca por las horas a las que había llegado la noche anterior y por la vergüenza que había pasado mintiendo a mi jefe al excusarme. Era el 12 de mayo de 1993 y yo no recordaba nada después del golpe en la playa. Comenzó un corto peregrinar por varios especialistas en neurología, un par de tacs y un solo diagnóstico: todo parecía estar bien. Reconstruí con la ayuda de amigos y familiares los días perdidos, la sanación del accidente playero tras un par de días en el hospital, el inicio en la oficina de la caja, el noviazgo con Beatriz, que era cliente de mi sucursal, y un viaje a Amsterdam en el verano de 1992. <br /><br />La segunda vez ya no hubo accidente de por medio. Me acosté en la nochebuena de 1994 y abrí los ojos en la mañana del 17 de abril de 2020. La sorpresa fue mayúscula, no recordaba quien era la persona acostada a mi lado, ni la cama, ni la casa y a duras penas me reconocí en el cincuentón que me miraba asombrado desde el otro lado del espejo. Eloisa, la mujer que dormía conmigo, la madre de mi hijo adolescente al que yo no reconocía, amplió el espectro de visitas médicas de la vez anterior, hubo más especialistas, incluso de Madrid y Barcelona, muchas más pruebas y, de nuevo, un mismo diagnóstico: todo normal. <br /><br />No fue fácil en esta ocasión recuperar casi 30 años de vida. Intuí la ruptura con Beatriz, supe de la muerte de mi madre por un accidente de tráfico absurdo, supe también que en la crisis de 2009 me fui de la caja de ahorros y que monté una pequeña asesoría con un par de antiguos compañeros. Que mi padre se vino a vivir con nosotros al chalet que compramos tras un par de golpes de suerte en la Bolsa. Que me había casado, divorciado y vuelto a casar con la misma mujer y que tenía un hijo adolescente que me odiaba simplemente por existir. <br /><br />La tercera no se hizo esperar y ni siquiera sucedió de noche; el 31 de agosto de 2020 me quedé dormido en la tumbona de un hotel de Cabo de Gata a eso de las cinco de la tarde y desperté en un avión sobre el Atlántico, un 20 de marzo de 1997 con una joven Eloisa abrazada a mi lado. Íbamos camino de nuestra luna de miel. Lo supe casi de inmediato, ya que había visto las cientos de fotos que daban testimonio de nuestra boda y de aquel viaje hacía muy pocas semanas. <br /><br />En esta ocasión ya no hubo médicos. Una dolencia cerebral puede explicar la pérdida de recuerdos del pasado, pero no puede hacerlo con el hecho de tener recuerdos del futuro. Comprendí en aquel avión que mi percepción del tiempo había dejado de ser lineal para pasar a ser aleatoria. También en aquel vuelo planifiqué una estrategia para afrontar posibles nuevas discontinuidades. Aparte de evitar las siestas a toda costa, comencé la redación de un diario que pudiera servirme de guía en los siguientes saltos, una especie de copia de seguridad de mi vida a la que acudir cada vez que llegaba a una fecha del futuro en el que no había estado con anterioridad. Gracias a la información apuntada y a mis conocimientos en economía y finanzas pude orquestar una estrategia de inversión a largo plazo que fuera discreta, pero que me permitiera vivir sin estrecheces. Así, compré acciones de empresas por las que nadie apostaba, como Apple, antes de que regresara a ella Steve Jobs, o como Tesla, cuando solo vendía deportivos y perdía dinero mes tras mes. Incluso me aventuré en el mundo de las apuestas deportivas. Miné bitcoins cuando era barato hacerlo y los guardé para ir vendiéndolos en los picos de precio, y antes de que comenzaran a ser comparados con la fiebre de los tulipanes en la Holanda del siglo XVII. <br /><br />En suma estoy viendo de una forma muy diferente a la de cualquiera, he sido viudo antes que padre, he estado en cuidados paliativos antes de ser abuelo y me he acostumbrado a que los acontecimientos no se produzcan en el orden natural. Pero lo que aún no he podido evitar es sentir un escalofrío antes de cerrar los ojos cada noche.<div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEg46aj2i85yBVld-JsMxX6OLOCUcMyCR_TQb9_9t_3Hv7-OTN1lziaZ6hEwaqC3JRPpI66FkQPhqFfoFe9sp_NNgsCMIV9iMxRGNukKKZwiVS34PnWELN5ph5cBTAgEcpPLDO80eIqE6NtkvQYehk90kMzOnOaHqK58Rp82VgPviWla9d75HkXH2XxMPA=s2816" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2112" data-original-width="2816" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEg46aj2i85yBVld-JsMxX6OLOCUcMyCR_TQb9_9t_3Hv7-OTN1lziaZ6hEwaqC3JRPpI66FkQPhqFfoFe9sp_NNgsCMIV9iMxRGNukKKZwiVS34PnWELN5ph5cBTAgEcpPLDO80eIqE6NtkvQYehk90kMzOnOaHqK58Rp82VgPviWla9d75HkXH2XxMPA=w640-h480" title="Playa de Levante de La Linea" width="640" /></a></div><br /><div><br /></div></div>
<p><iframe src="https://www.ivoox.com/player_ej_86588656_6_1.html?c1=606060" width="100%" height="200" frameborder="0" allowfullscreen="" scrolling="no" loading="lazy"></iframe></p>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-20408278061536390702021-12-03T00:25:00.005+01:002021-12-05T20:42:00.404+01:00El traidor a Bolívar Es curioso que la historia recuerde casi con la misma intensidad a los vencedores que a los traidores. Tal vez sea porque sin los segundos, los primeros tendrían menos mérito, o porque ambos son el reflejo de la propia naturaleza humana, tan capacitada para el heroísmo como para la traición. Por eso el caso del general Roberto Enríquez resulta tan llamativo. Un hombre que había liderado la revuelta contra el gobierno del rey. Un hombre que había combatido hombro con hombro con Bolívar, y que había planteado la estrategia de decenas de batallas victoriosas para los suyos. Un hombre al que sus soldados idolatraban. El general Enríquez, tal vez envidioso de los éxitos de su compañero de armas, tal vez cansado de batallar o tal vez simplemente comprado son el suficiente dinero, fue el responsable del atentado que casi dejó sin héroe a una revolución. <br /><br />Bolívar no debía haber salido vivo de aquella encerrona, pero tampoco debía llevar una guardia tan numerosa. La fortuna quiso que se encontrara con un grupo de criollos que andaban buscando a su ejército para alistarse, ahora que la victoria parecía cercana. Ninguno de ellos sobrevivió a la celada, pero resultaron decisivos para que los hombres de Bolívar tomaran ventaja. Llegar a Enríquez fue sencillo, ya que estaba tan seguro de su éxito que no tomó demasiadas precauciones en borrar el rastro. <br /><br />Hoy, todos los colegiales de Colombia conocen la carta en la que el general traidor intentaba justificar sus actos, enumerando los problemas que, a su juicio, tenía el liderazgo de Bolívar y sus absurdos sueños panamericanos. Y todos los años en Bogotá, cada 20 de julio, las autoridades civiles presentan sus respetos en la estatua del libertador y dejan a los pies de la del traidor una bala como la que él usó para cometer su última traición, suicidarse tras haber dado su palabra de que no intentaría huir,<div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpeXHek1p9mQJizXzZ6vIxqieyPAwpYFl5HzVOxKVYrmAPDTAn-9lcLDJSY_QO9vsNB7slfbuN1hldINz6thNRwZzp3caDhBCMvQKWAo_WbJkqm6R8qxlEdfvVkALQ8CAEjdCtizWirgmK/s1600/93E9DB5F-199B-437E-9652-D2FF7E4538AC.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="900" data-original-width="1600" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpeXHek1p9mQJizXzZ6vIxqieyPAwpYFl5HzVOxKVYrmAPDTAn-9lcLDJSY_QO9vsNB7slfbuN1hldINz6thNRwZzp3caDhBCMvQKWAo_WbJkqm6R8qxlEdfvVkALQ8CAEjdCtizWirgmK/s320/93E9DB5F-199B-437E-9652-D2FF7E4538AC.jpeg" width="320" /></a></div><br /><div><br /></div></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-30305240904123328952021-11-16T19:24:00.004+01:002022-01-26T19:05:36.328+01:0020 minutos de ternura<div>Sus camaradas le llaman el témpano, los demás apenas se atreven a hablarle. Ahora es francotirador, pero en un tiempo que ya queda muy atrás, porque la guerra ralentiza el paso de los días, fue cazador. Se crió en la estepa. Allí se acostumbró a la inmovilidad más absoluta en medio del frío. La guerra le ha transformado en un hombre duro y sin sentimientos. Un hombre capaz de matar a distancia y con distancia.</div><div>Desde hace días va tras un tirador alemán. Es muy bueno, casi tan bueno como él. Sabe ocultarse, y casi siempre va un par de pasos por delante. Pero hoy presiente que el juego va a terminar. Hoy la sangre le hierve de forma distinta. El frío apenas le afecta, como en los buenos días de caza en su hogar. Casi puede sentir el olor del contrario.</div><div>Pero lo que escucha es el llanto desesperado de un bebé. Se le pasa por la cabeza que puede ser una trampa. Aún así, se arriesga. Entra en lo que queda de la casa y lo encuentra en los brazos congelados de su madre. Sabe que el niño ya está muerto: el hambre y el frío lo callarán muy pronto, y él ha venido de caza.</div><div>Sin embargo, calma al bebé dándole algo de chocolate masticado y un poco de agua con el dedo. Luego lo mete dentro de su embozo, cerca del corazón para que se tranquilice escuchando un ruido familiar. Piensa en sacarlo de allí y seguir con la caza otro día. Sale sigiloso de la casa y casi al instante una bala silva hacia él. No le da tiempo a nada. Cae de espaldas creyéndose muerto. Su pensamiento sigue ahí. Tiene un fuerte dolor en las costillas, pero está vivo. La sangre del pequeño comienza a empaparle. Ahora tiene una razón personal para matar al tirador nazi, y ahora también sabe donde se esconde…</div><div><br /></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQzFSo3TMmiZNcX0mnrk4v6uLTi-EyMAtTMIwMtQoQIupGXCMreaE4AZHTkQT-f_fKfjGUiWKs-P_qWzpGpL4rpZikEymwcrdXne3RdoGSj2hvLg1_7ZMk13ZPx4aIYM3WPb81or7VAnsZ/s1920/animal-tracks-gadd96fd65_1920.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1280" data-original-width="1920" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQzFSo3TMmiZNcX0mnrk4v6uLTi-EyMAtTMIwMtQoQIupGXCMreaE4AZHTkQT-f_fKfjGUiWKs-P_qWzpGpL4rpZikEymwcrdXne3RdoGSj2hvLg1_7ZMk13ZPx4aIYM3WPb81or7VAnsZ/s320/animal-tracks-gadd96fd65_1920.jpg" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Foto: https://pixabay.com/es/users/mareefe-2090044/<br /></td></tr></tbody></table><br /><div><br /></div>
<p></p>
<iframe src="https://www.ivoox.com/player_ej_81414933_6_1.html" width="100%" height="200" frameborder="0" allowfullscreen="" scrolling="no" loading="lazy"></iframe>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-46141505227306666502021-10-24T19:24:00.002+02:002021-10-25T09:25:03.775+02:00El buitre naúfragoNadie supo cómo había llegado hasta allí. Desesperado intentó posarse en la cruceta más alta del mástil. Pero no pudo. Siguió volando hasta el siguiente barco, tampoco lo logró. Quiso planear rumbo a tierra pero poco a poco fue perdiendo altura hasta llegar a posarse, o estrellarse, en el mar. <br /><br /><div>Las gaviotas fueron las primeras en entender qué estaba pasando y comenzaron a volar en círculos sobre el cadáver que adivinaban. Tardaron un poco en decidirse, pero pronto un grupo de embarcaciones se acercó para intentar rescatarle. El buitre nadaba de un barco a otro para intentar subirse a alguno. Estaba tan agotado que no era capaz de impulsarse o posarse sobre ninguno de los múltiples objetos flotantes que le acercaban los navegantes. <br /><br />En un momento dado, hizo un postrero intento de levantar el vuelo. Milagrosamente avanzó sobre el mar unas decenas de metros, lo justo para acercarse tanto a la tierra que luego bastó el empuje de un par de olas para llegar a la orilla. <br /><br />Desde los barcos, los fracasados rescatadores celebraban la salvación del ave. Algunos hicieron sonar sus bocinas. Unos paseantes vieron la escena y comenzaron a acercarse al enorme pájaro. Pero antes de que nadie pudiera hacer nada para evitarlo, una bandada de gaviotas se avalanzó sobre él y comenzaron a picotearle por todo el cuerpo. Exhausto, el buitre se dejó matar mansamente. Los paseantes sacaron sus móviles para grabar la escena, uno de ellos se hizo un selfie con la matan a de fondo y los barcos viraron para adentrase en el mar.</div><div><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijxwVex3eAXzYe30MdcOR1Xo0yFPcYDIC9ZNCGEiby56Y9sWaYCMaaScudBxAyKBdqfckOyCs_40pQ8bUM08UvmF46RWfovVsqKDc-BDcVrq3tp50gI9Z5TPulGjlTuroAgPIdOtlc3900/s1334/8826F55C-644C-446F-A98F-6B834E0F6E5B.jpeg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="750" data-original-width="1334" height="360" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijxwVex3eAXzYe30MdcOR1Xo0yFPcYDIC9ZNCGEiby56Y9sWaYCMaaScudBxAyKBdqfckOyCs_40pQ8bUM08UvmF46RWfovVsqKDc-BDcVrq3tp50gI9Z5TPulGjlTuroAgPIdOtlc3900/w640-h360/8826F55C-644C-446F-A98F-6B834E0F6E5B.jpeg" width="640" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"></td></tr></tbody></table><br /> </div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-58719091916457873442021-10-13T23:00:00.006+02:002021-10-14T15:47:42.001+02:00El hombre sin latido (o el prejubilado)<br />–No puede ser, debe haber algún fallo.<br /><br />La médico comprobaba las conexiones, los sensores estaban bien pegados en el cuerpo, los cables todos conectados, cada uno en su sitio, la máquina estaba encendida y, aparentemente, recibiendo lecturas. Sin embargo, en el papel no aparecía pulsación alguna. <br /><br />–No me lo explico, o la máquina se ha roto o eres un zombi con muy buen aspecto. Justo hace diez minutos he atendido a otra empleada y la máquina funcionó perfectamente –se rascaba la cabeza mientras lo decía–. Debe ser un error del software, así que tendrás que volver cuando lo arreglemos para repetir la prueba.<div><br /></div><div>Inmediatamente comenzó a despegar las ventosas.</div><div><br /></div><div>–Por lo demás todo parece estar bien –continuó–. Has adelgazado mucho, ya me contarás cómo lo has hecho; aunque has perdido un poco de agudeza visual y hay una longitud de onda que te cuesta escuchar. Pero eso es normal a tu edad. Vamos, que tienes buena salud, salvo este pequeño detalle. <br /><br />–Que no me late el corazón… <br /><br />–Que la máquina dice que no te late, que es algo diferente. <br /><br />–Yo lo llamo metáfora. A veces no son las personas quienes te rompen el corazón, sino las empresas. Tal vez por eso he perdido tanto peso y tal vez por eso tu máquina no me encuentra el latido.<br /></div><div><br /></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEga_Qy7N8EHxUA_AAPBihXkQX6CyVZlQUw4MxmiP1_YbYA6SegI1LJsN4PObMReeYddKinZrzzZp6nUPMxSuwlaD5KrWA3FMBZCBeTYl168uwDQFNFb-mewVcEGdDM8U4eGKWrxkZKVCIr9/s1280/electro.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="947" data-original-width="1280" height="472" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEga_Qy7N8EHxUA_AAPBihXkQX6CyVZlQUw4MxmiP1_YbYA6SegI1LJsN4PObMReeYddKinZrzzZp6nUPMxSuwlaD5KrWA3FMBZCBeTYl168uwDQFNFb-mewVcEGdDM8U4eGKWrxkZKVCIr9/w640-h472/electro.jpg" width="640" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Foto: Pixabay</td></tr></tbody></table><br /><div><br /></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-63792293745135524582021-09-28T00:33:00.004+02:002021-09-29T23:58:06.663+02:00El asesino de inmortales<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLaFVGuPD9T_EHnj40DiN8VqvuP1FI0csQyYEMfNhcPBBhQ1bU5xwT3W2c3NMKksy-ugLDKFfN2a4i_OMkbC2RVuBFOiS0PxAZe4oUUBeG-0QiUD5Ztp0PX5CqYq-ELeqkIiRaHdNgSMuq/s2048/4702A45F-4DA2-42AE-A59E-A3CA777DCAC8.jpeg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1414" data-original-width="2048" height="442" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLaFVGuPD9T_EHnj40DiN8VqvuP1FI0csQyYEMfNhcPBBhQ1bU5xwT3W2c3NMKksy-ugLDKFfN2a4i_OMkbC2RVuBFOiS0PxAZe4oUUBeG-0QiUD5Ztp0PX5CqYq-ELeqkIiRaHdNgSMuq/w640-h442/4702A45F-4DA2-42AE-A59E-A3CA777DCAC8.jpeg" width="640" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"></td></tr></tbody></table><br />Cuando no te importa la muerte, termina por no importarte la vida.<br />Viajé con Alejandro, bebí de la fuente de la eterna juventud. Como muchos otros de los suyos, me vi obligado a desposarme con una noble persa a la que terminé amando de verdad. Quise llevarla a la fuente pero ella lo fue posponiendo hasta que fue demasiado tarde. La enterré en un lugar solitario que grabé a fuego en mi memoria y al que vuelvo de vez en cuando.<br />Luego de dediqué a la guerra. Defendí y ataqué imperios por toda Eurasia. Al principio, como terapia para olvidar el dolor, luego como medio de vida y, finalmente, como costumbre. <div>Empecé a matar a otros inmortales casi por casualidad, Alejandro VI logró beber De la Fuente, tras saber de ella a través de unos pergaminos almacenados en Roma. Yo estaba al servicio de su hijo César, y fui testigo de cómo ordenaba el cegado y destrucción de la fuente, así como la muerte del resto de inmortales. La vida eterna solo estaría disponible para quienes la buscaran a través de Dios y su Iglesia. Y para él, que la dirigiría eternamente. Me ofrecí voluntario, aunque no le conté mi anterior visita al milagroso lugar.<br />Pero, ¿cómo se mata a un inmortal? En realidad, no se podía. Cualquier fórmula que se utilizara solo conseguía paralizarle durante unas horas, a lo sumo. La única forma de tenerlos fuera de juego para siembre era atravesarles el corazón. Así, al despertar, volvían a morir de inmediato. Recorrí toda Europa buscando a otros como yo y poniendo fin a sus días. Muchos, al conocer mi misión, ni siquiera se defendían, hartos ya de ver morir a tantos seres queridos. <br />Pero saber que estaba condenando a tantos a un eterno suplicio de muerte y resurrección terminó por afectarme. No pude seguir. Y tampoco podía permitir que otros siguieran mi trabajo, así que castigué a mi Papa con la misma condena que él había deseado para otros y me dediqué a estudiar un remedio para poner fin a mi vida de manera definitiva. En esta búsqueda, algunos inmortales me ayudaron. Agatha Christie, o Penélope, que es como yo la conocía, se dedicó a probar diferentes venenos. Averrores, Alexander Fleming para la mayoría, trató el problema como si fuera una enfermedad. Pero quién encontró la solución, no hace mucho, fue Agios, más conocido como Jorge Luis Borges, mirando un aleph formado en el hueco de la escalera de su casa de Buenos Aires. <br />En realidad era pura química, solo había que añadir al viejo sistema de la estaca un buen ácido o, en su defecto, cal viva en la tumba. Una vez carcomida completamente la carne, el proceso de recuperación no se reinicia. Creo que soy el último que queda de los míos; no puedo estar seguro porque no sé exactamente cuántos hubo antes y después de mí, aunque en el Vaticano hicieron un gran trabajo revisando los viejos registros.</div><div>Creo que soy el último y estoy cansado de la vida. Pero aún me sigue dando miedo la muerte.<br /><br /></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-77720594302344115522021-08-25T21:04:00.001+02:002021-08-25T21:04:10.337+02:00Buscando historias en los cajones<p>Existe un momento especial, al principio de la noche, en el que mi cabeza es capaz de hilvanar historias magníficas, relatos en los que todas y cada una de sus partes encajan como un mecano perfecto. Luego, según el pensamiento se va deshilachando entre las ráfagas de sueño, el olvido las va desdibujando poco a poco.</p><p>Hace años leí que los recuerdos, los conscientes y los inconscientes, se almacenan en la mente como en una enorme biblioteca de millones de ejemplares. Para acceder luego a ellos, y localizar su posición en los anaqueles, hay que buscarlos en un gigantesco mueble cajonera repleto de fichas bibliográficas.</p><p>Antes apenas echaba mano de él, porque era capaz de retomar el hilo de la narración de la noche anterior con solo proponérmelo. Ahora, sin embargo, paso la mayor parte de esas duermevelas buscando como un loco en los cajones del archivo la ficha que me permita recordar al menos una de las historias imaginadas en las cada vez más escasas noches de creación.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1791L6Oivqy-S69LoDEzYHvKMjeFNf8TwVNYbfjeaf9oGPVXwZXrenAtJwHAjQf6zBtK6TOKGNUd4kj22Yv97tzOP7kh3fiuR4RXYM8Xb1XVygbDUtRHngWTcCoh57o6pO26VsD_ygGW9/s910/4B6C9327-23F2-47B9-B990-D3AC06E00FBA.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="603" data-original-width="910" height="212" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1791L6Oivqy-S69LoDEzYHvKMjeFNf8TwVNYbfjeaf9oGPVXwZXrenAtJwHAjQf6zBtK6TOKGNUd4kj22Yv97tzOP7kh3fiuR4RXYM8Xb1XVygbDUtRHngWTcCoh57o6pO26VsD_ygGW9/s320/4B6C9327-23F2-47B9-B990-D3AC06E00FBA.jpeg" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Pxfuel.com</td></tr></tbody></table><br /><p><br /></p>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8137619185218010907.post-10302012809933616592021-08-07T09:10:00.006+02:002022-10-06T18:15:36.533+02:00Un corazón corporativo roto<p><span style="font-family: "Helvetica Neue"; font-size: 11px;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: "Helvetica Neue"; font-size: 11px;"><img border="0" data-original-height="215" data-original-width="234" height="215" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDOQAFCmPucc1JGgq1dYqSdLJLOfQbzRWtuTsKJ1i3mCwGSyUjlkSZyb_duVZDKI4ocQvA_6Q2igu_L8NRuk-oCYUHO4loZXf1KEje0xwW9vTxZoCWzFcKBiQyMLTIYuK7ds4HJnZRz9uv/s0/6501C547-27DF-4930-82A9-9E3F67B543B5.png" width="234" /></span></div><br />En las muchas noches de insomnio había imaginado cada detalle, desde el tipo de pistola hasta la forma de las salpicaduras de sangre y sesos sobre el cristal de la ventana. Por eso aquella mañana todo tenía un cierto aire de déjà vu: el saludo del guardia jurado al pasar por el torno de entrada, los problemas de velocidad en el ordenador al conectarse a la intranet de la empresa, la redacción del correo al consejero delegado con copia a la directora de recursos humanos, la frase me habéis roto el corazón, el tacto del metal de la pistola, los segundos de intensa duda, la extraña forma de vía láctea de su cerebro en el cristal, la llegada precipitada de la policía, los comentarios de los compañeros, no lo supimos ver, se le notaba triste, ¿quién se lo dice a su mujer?<div><br />
<p><iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="200" loading="lazy" scrolling="no" src="https://www.ivoox.com/player_ej_93452630_6_1.html?c1=fc0404" width="100%"></iframe></p></div>David Ucléshttp://www.blogger.com/profile/06602557764743979405noreply@blogger.com0