El pájaro, cuyo nombre desconocía, voló tras recoger su ración diaria de migas de pan. Sabía que era el mismo, el del resto de los días.
La cuarentena para él debía ser mucho más estricta que para el resto. Su enfermedad, la que se había convertido en su centro de gravedad en los últimos dos años, lo mantenía con el sistema inmonológico deprimido, así que ahora dependía de su familia más que antes. La sensación de impotencia no había hecho más que crecer con la enfermedad: saberse enfermo, saberse dependiente de los médicos, verse de vuelta en casa de sus padres sin posibilidad de ganarse la vida con su trabajo... Y, ahora, esto. Una enfermedad de esas que nunca se producía en el primer mundo, una situación de esas que solo se veían en televisión: en las noticias del mundo o en las películas de catástrofes..
Era el mismo pájaro, estaba seguro, porque le faltaba la garra de la pata izquierda y siempre acudía a la misma hora.
El pájaro, como él, se encontraba en desventaja con el resto de sus iguales. Como él, dependía de otros para mantenerse. Ese pájaro era un hermano en medio del confinamiento general. Por eso le daba tanta rabia ser incapaz de identificar su especie. Ni san google, ni ninguno de los tomos de la enciclopedia de la fauna ibérica que coleccionó en su infancia aportaban información al respecto.
El pájaro voló, de forma extraña e irregular, pero voló. Y en eso era distinto a él. El hermano con alas solo compartía prisión a la hora de comer. El resto del tiempo estaba fuera, volando sobre una ciudad llena de vacíos, llevando sobre sus alas la esperanza de un hombre que, a cambio, le daba unas migas de pan todos los días.
La cuarentena para él debía ser mucho más estricta que para el resto. Su enfermedad, la que se había convertido en su centro de gravedad en los últimos dos años, lo mantenía con el sistema inmonológico deprimido, así que ahora dependía de su familia más que antes. La sensación de impotencia no había hecho más que crecer con la enfermedad: saberse enfermo, saberse dependiente de los médicos, verse de vuelta en casa de sus padres sin posibilidad de ganarse la vida con su trabajo... Y, ahora, esto. Una enfermedad de esas que nunca se producía en el primer mundo, una situación de esas que solo se veían en televisión: en las noticias del mundo o en las películas de catástrofes..
Era el mismo pájaro, estaba seguro, porque le faltaba la garra de la pata izquierda y siempre acudía a la misma hora.
El pájaro, como él, se encontraba en desventaja con el resto de sus iguales. Como él, dependía de otros para mantenerse. Ese pájaro era un hermano en medio del confinamiento general. Por eso le daba tanta rabia ser incapaz de identificar su especie. Ni san google, ni ninguno de los tomos de la enciclopedia de la fauna ibérica que coleccionó en su infancia aportaban información al respecto.
El pájaro voló, de forma extraña e irregular, pero voló. Y en eso era distinto a él. El hermano con alas solo compartía prisión a la hora de comer. El resto del tiempo estaba fuera, volando sobre una ciudad llena de vacíos, llevando sobre sus alas la esperanza de un hombre que, a cambio, le daba unas migas de pan todos los días.
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