A pesar de que los representantes de las todas las religiones le acusaban de sembrar desesperanza, de ser una verdadera antireligión; a pesar de que no prometían un mundo mejor u otra vida sin privaciones en un más allá idílico; a pesar de todo ello, los adeptos de la Escuela de Pensamiento sobre la Energía y la Ciencia (EPEC) no paraban de crecer. Su primer líder fue un jubilado español que había sido catedrático de economía en alguna pequeña universidad de provincias y que propagaba sus ideas a través de un canal de YouTube que llegó a traducirse a 27 idiomas en su momento de máxima audiencia.
Inicialmente era un canal más en medio de la enorme vorágine de la plataforma de videos global. Pero todo cambió cuando publicó su primer viral: Todos somos canívales. En él sostenía que ni siquiera siendo veganos estrictos dejaríamos de comer animales, incluso peor, personas. Decía que “todo está regido en la Tierra por las leyes de la termodinámica y, dado que ni la energía ni la matería pueden crearse, sino que se transforman, y dado que las almas (los espíritus) son pura energía, esta tampoco puede crearse ni destruirse”. Así, explicaba, quedaba demostrada científicamente la reencarnación. Luego, sacaba a colación el segundo principio de la termodinámica, el de la entropía, según el cual, la energía iba siendo cada vez menos útil, más caótica. Las almas, pues, no transitaban entre niveles superiores o inferiores según el karma acumulado, sino que siempre empeoraban. La conclusión era que no solo cualquier vegetal o animal estaba hecho de la misma materia que los seres humanos, sino que las almas de esos seres vivos antes habíían sido de personas.
Algunos programas de televisión se fijaron en él y lo tomaron por uno más de los freaks que abundaban en los platós televisivos. Pero él no se amilanó, ni aprovechó la fama para lograr unos ingresos. Siguió lanzando nuevas ideas que ampliaban su visión: no tiene sentido la moral, ser bueno o malo es indiferente; la entropía nos condena irremisiblemente, nosotros y el planeta terminaremos siendo polvo estelar; si Dios existió, es posible que su energía se haya ya degradado lo suficiente como para que ya no sea Dios, ...
Vídeo tras vídeo fue creando toda una estructura de creencias sobre la energía, las almas y nuestra segura decadencia. Y, casi sin darse cuenta, miles de personas comenzaron a creer. Sus fieles dejaban los trabajos, abandonaban a sus familias y, en el extremo, se dejaron morir. Él mismo, en su último viral, logró suicidarse (“entropizarse”) conteniendo su respiración ante la webcam. Su último mensaje antes de cerrar la boca fue: “esto no es religión, es ciencia”. Fue el primer vídeo de la historia en alcanzar los 7.000 millones de reproducciones. Y para los accionistas de Google fue el primer mártir de su historia.
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