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Los fantasmas no tienen voz

El aviso llegó sin noticia previa. Vas a morir.
El papel barato y algo arrugado, la tipografía elegida y lo directo del mensaje no le dejaron lugar a la duda. En algún zulo cercano, un arma estaba ya seleccionada para terminar con su vida.
Él tampoco avisó: una tarde de asamblea entró en su sede y comenzó a gritarles. Les dijo lo que pensaba de ellos y ofreció su pecho por si algún valiente lo prefería a su nuca. Quería verles las caras, enfrentarse a sus verdugos, o a los que defendían a los verdugos; que sintieran sus manos manchadas con su sangre antes de que ocurriera. Apenas unos pocos le sostuvieron la mirada y solo uno de ellos se atrevió a interrumpirle: "tú ya estás muerto, es como si no estuvieras delante. No te escucho porque los fantasmas no tienen voz". "¿Que no tienen voz? Pues acuérdate de ello cuando te grite desde la tumba". 



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