Duque gruñía a su rival mirándole fijamente. No solía ladrar, normalmente aquel sonido gutural bastaba para hacer saber al otro animal que su ataque sería demoledor. Se lanzó al cuello sin previo aviso. El otro animal sudaba profusamente, y respondió al ataque con un respingo. Los hombres gritaban azuzando a los canes y cruzando apuestas unos con otros. Duque había lanzado el primer ataque, pero su enemigo había evitado la dentellada. Al caer sintió cierta debilidad en la pata herida. Apenas se entretuvo en el dolor, fue menos de un segundo. Pero suficiente para el otro perro, que atacó aquella pata que había flaqueado. Duque se supo perdido e intentó escapar del círculo mortal. No pudo, y mientras su vida se escapaba, el otro animal apretaba los dientes furioso. El público aplaudía al campeón, el nuevo favorito que había vencido al gran Duque. Y, mientras, el otro animal maldecía su suerte y pensaba en cuál de sus otros perros podría compensar las pérdidas causadas.