La última nave partió dejando tras de sí una estela de fuego. Los que quedamos, los que no pudimos comprar un nuevo destino, la vimos alejarse. Por muy duro que fuera su destino, ellos al menos lucharían por un futuro. Los de aquí ya no lo teníamos y por eso dejamos de luchar. Poco a poco se fueron apagando las emisoras de televisión, los hospitales y, finalmente, las propias centrales eléctricas. Y una humanidad estéril y rendida volvió a pasar hambre, frío y miedo. Justo como antes de descubrir el fuego.
Comentarios