Las muertes anteriores le habían enseñado un proceso. Primero el dolor, la herida, la enfermedad o lo que fuera que se interpusiese en su camino. Luego una consciencia suspendida, una pequeña eternidad observando, en realidad, siendo consciente sin ver de la desaparición del cuerpo. De pronto, un nuevo despertar y otra vez mirando desde unos ojos que le suenan extraños; y unas manos, y unas piernas. Un nuevo cuerpo, una nueva vida. Pero esta muerte ha sido distinta. Nota cómo su consciencia es cada vez más débil. En realidad, no sabe si sigue vivo o si es que el rigor mortis le ha alcanzado el alma. Esta muerte, por fin, parece definitiva.