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Mostrando entradas de 2015

El último rigor mortis

Las muertes anteriores le habían enseñado un proceso. Primero el dolor, la herida, la enfermedad o lo que fuera que se interpusiese en su camino. Luego una consciencia suspendida, una pequeña eternidad observando, en realidad, siendo consciente sin ver de la desaparición del cuerpo. De pronto, un nuevo despertar y otra vez mirando desde unos ojos que le suenan extraños; y unas manos, y unas piernas. Un nuevo cuerpo, una nueva vida. Pero esta muerte ha sido distinta. Nota cómo su consciencia es cada vez más débil. En realidad, no sabe si sigue vivo o si es que el rigor mortis le ha alcanzado el alma. Esta muerte, por fin, parece definitiva.

Felicidad congelada

Una fotografía pegada en la nevera, una sucesión de sonrisas ciertas, un instante de felicidad congelado: hoy, un disparador de la tristeza. Pero ahí sigue, rellenando el hueco que ni los imanes de viajes, ni las listas de la compra, ni los pos-its pueden ocupar.

Mujeres sin corazón

La casualidad no siempre es cuestión de azar; en la mayor parte de las ocasiones, sí. Pero, en mi caso... En mi caso, no puede serlo. Dos veces es casualidad. Puede que tres. Pero cuatro; cuatro es demasiado. Mi madre murió de un infarto cuando supo que yo no era la niña que tanto había deseado, sino su cuarto varón en cinco intentos. Su corazón ya estaba débil tras el tercero, pero aún así lo intentó una vez más. Luego, mi abuela. Una rara enfermedad que debilita la presión sanguínea y termina provocando la parálisis del músculo cardiaco se la llevó, y me dejó solo. Eso podía explicar en parte lo de mi madre, por la vía genética. La tercera fue Alicia, mi primer gran amor. Una canaria de acento cantarín y caricias proscritas en la fila de los mancos. Ella se me quebró entre los brazos, en el silencio de su portal y mientras nuestros besos se iban haciendo adultos. Y, ahora, Alba. Me echaron del paritorio y supe de inmediato que ya no la vería nunca más. Luego me dirían que su frágil c

Un retraso más

Intentó no desesperar. El avión salía con retraso. Otra vez. Las excusas casi nunca eran las mismas: motivos técnicos, viento en la pista de llegada, niebla en la de salida, tráfico aréreo. Siempre imaginaba a alguien en las oficinas de la compañía aérea inventando nuevas excusas para cada retraso. Porque era estadísticamente imposible que siempre que él volase sucediera un retraso. La otra opción era pensar que el Universo se conjuraba en su contra. Aquella mañana le pareció especialmente molesto, ya que había tenido que madrugar mucho tras apenas haber dormido por otro retraso la noche anterior. Cuando escuchó la voz de la azafata de tierra explicando que el avión saldría más tarde a causa del mal tiempo en Oviedo, sacó su portátil ultrafino y ultraligero de su elegante funda de neopreno y piel y la emprendió a golpes con la cabeza de la pobre mujer. Fue todo muy rápido: el ataque, la detención y el encierro. Pero en aquella oscura habitación se sintió por fin a salvo del Universo y

Nada vale nada

Tener un revólver es mejor que una tarjeta black. Solo se precisa un poco de sangre fría, una voz imperativa y la creencia absoluta en la inmortalidad de quien la poseer. Así he ido dejando cuentas pendientes en todos los locales en los que he estado en los últimos dos meses. Entro, me paseo por la tienda y selecciono aquello que me gusta. Luego voy a la caja y cuando me van a dar el ticket, simplemente saco el arma y digo "cóbrese". A veces, incluso me han dado la recaudación de la caja. Y esto es un engorro, porque me veo en la obligación de explicarles que no quiero nada más allá de lo que necesito en ese momento. El único problema es que cada vez tengo que irme más lejos de casa a hacer la compra.

Asesino reincidente

Volvió la cabeza y distinguió un destello metálico. Antes de que pudiera si quiera conjeturar qué estaba pasando, la vida comenzó a escapársele a borbotones por la garganta. Los ojos se le nublaron y las piernas dejaron de sostenerle. Cuando cayó en el suelo aún pudo notar  la humedad y pensó que no era posible que se estubiera muriendo. El hombre de la navaja le maldecía por las salpicaduras de sangre en su ropa, mientras que lamentaba lo fácil y aburrido que había sido. Tan solo los segundos previos al degüelle le proporcionaron la descarga de adrenalina que buscaba, pero fue demasiado poco. Determinó que la próxima vez lo prepararía mejor.

Nubes a modo de auxilio

Dejó de notarlo a su lado al tiempo que los reflejos de un amanecer otoñal coloreban un cielo plagado de nubes. Imaginó que sus pasos se dirigirían hacia la cocina. Y luego iría hacia el cuarto de baño, donde escucharía el agua caer. Entonces cayó en la cuenta de que lo que había estado sintiendo era el vacío. El mismo vacío de las noches anteriores. Dirigió la mirada a la ventana y la perdió entre los rojizos jirones de nubes, buscando entre ellos el hilo que le permitiera encontrar la senda del olvido.

La infestación

Nunca antes España había sufrido una peste como aquella. Primero fueron las clases más desfavorecidas, pero poco a poco el mal se fue extendiendo a toda la población. Los médicos no podían explicar el porqué del rápido avance y apenas fueron capaces de encontrar el vector que propagaba la infección. Los gobernantes primero intentaron culpabilizar a los propios enfermos y luego a una seguridad social hipertrofiada e ineficiente. Tan solo el arzobispo de Cuenca, en un arrebato de brillantez, fue capaz de relacionar la peste con un mal moral, con una sociedad enferma en su conjunto. Pero el Vaticano se encargó de silenciarle a petición del Gobierno. Y la peste se hizo endémica en el país. Y los médicos siguieron sin poderla explicar.

La mazorca

Le había costado verla, tal vez porque había crecido lejos de las otras. Era posiblemente la última mazorca de la Tierra, al menos de la tierra que él conocía. Sopesó guardar los granos y sembrarlos, así habría más maíz la próxima vez que pasase por allí. Pero pensó que algún otro merodeador podría descubrirlo antes, o algún animal salvaje. Y él tenía hambre en ese instante. Comenzó a mordisquearla al tiempo que sus pensamientos se centraban de nuevo en el camino.

Todo a un euro

Aquellos ojos rasgados le atraparon la primera vez. Por ellos estuvo acudiendo a la tienda a comprar cosas inútiles entre una y dos veces por semana. Por ellos se apuntó a una academia de chino para poder decirle algunas palabras en su propio idioma. Por ella comenzó a leer libros de maestros orientales, y comenzó a hablar como Paulo Coelho. Por ella imaginó abandonar su vida, su trabajo y su familia. Por ella lloró cuando cerraron la tienda. Con ella se le fue el valor y cuando le preguntaron por sus lágrimas solo pudo responder: "¡cómo no será esta crisis que hasta los chinos acaban quebrando!"

Autoestop

La conversación era a ratos inconexa, pero lo achaqué a lo temprano de la hora y los ruidos del viejo coche. A duras penas supe que era médica, que iba camino de Jaén a hacer un curso de formación continua y que su hija había comenzado medicina, aunque abandonó el primer año. La llevé hasta el cruce de Dólar y allí me hizo parar. Quedé a un lado de la carretera con los cuatros intermitentes encendidos. Salió del coche otra vez con el chaleco reflectante ya que iba a parar "a otro paciente". Y yo me quedé pasmado y con una extraña sensación de dejavù.

La revolución China

Para él la auténtica revolución fue el comienzo de los descubrimientos chinos. Fue en ese país en el que apareció la confirmación de los dinosaurios emplumados. Fue en China y en sus pequeños dinos donde primero se vió la conversión en aves. Por eso había luchado tanto para llegar a excavar allí. Su sueño era sencillo, tan solo un nombre. La especie era lo de menos, lo importante es que llevaría su apellido y quedaría inmortalizado en ese otro registro fósil que es el de los nombres científicos de los animales. Aquella especie de paloma pequeña, de plumas grises, un arcaico pico y sin apenas dientes podía ser su entrada a la eternidad. Ya no sentaría las bases de un nuevo pardigma, pero había obtenido su botin de guerra en aquella revolución incruenta.

El libro ya está en el escaparate

No más de 15  ya no es solo un blog. Ahora también es un libro. Hemos recopilado los mejores relatos publicados entre marzo de 2007 y junio de 2015. Muchos de ellos han cambiado un tanto. Algunos han cambiado mucho. Y unos pocos son irreconocibles. El libro ha sido editado por  Hogarth Press Ediciones , una "editorial de autor" que creyó que podía ser una buena idea reconvertir todos esos microrrelatos nacidos por y para la Red al viejo soporte de papel. Mentiría si dijera que no me hizo ilusión: ver tu obra en un escaparate es algo que impresiona. Y mucho. Así que si te han gustado los cuentos que has leído, o deseas guardar una copia de seguridad para siempre, te agradecería que lo compraras. El editor y yo esperamos que os guste el trabajo que hemos realizado.

Un semáforo en rojo

Para su desesperación, el semáforo se puso en rojo. Dudó unas décimas de segundo si saltárselo, pero una prudencia innata heredada de su abuela materna le retuvo. Era el semáforo más lento del trayecto. En los últimos meses los había cronometrado todos, incluso descubrió que circulando a 50 y pasando el de la Calle Mayor recién cambiado, era posible llegar sin interrupciones. Pero esa mañana la Calle Mayor estaba colapsada y parecía que todos los conductores de la ciudad se habían puesto de acuerdo para estorbarle y retrasarle. Para tardar lo menos posible, se fijó en el indicador de los peatones; sabía que cambiaba a la vez que el suyo, pero que antes parpadeaba unos segundos. Él los aprovecharía para pisar embrague y meter la primera.Aún así tTardaba demasiado, más que cualquier otra mañana. Comenzaba el parpadeo del peatón verde cuando sonó el aviso del Whatsapp. Desbloqueó el terminal olvidándose del tráfico y la observó emocionado. La foto de su hija recién nacida le hizo llorar d

Ya estamos en imprenta

Como ya comenté, esta bitácora se hace multimedia y tendrá una versión en papel. Hemos seleccionado algo más de 300 cuentos y muchos de ellos han sido retocados, alguno incluso no lo conocería ni el padre que lo parió (que fui yo). Y es que, cuando uno relee cosas que escribió hace tiempo, se da cuenta que hoy diría las cosas de otra manera. O que incluso las titularía de otra forma. ¿Qué cuentos no están? Eso es fácil, los que no son de este autor (que alguno hay), los que no considero con una calidad mínima y, directamente, los que me dan vergüenza ajena. Bueno, en cualquier caso, mi editor acaba de anunciar en su web esta criatura conjunta . Espero que recupere la inversión y que los compradores no se sientan defraudados.

La huída de Blancanieves

Los ademanes gentiles y la amabilidad pastosa no lograron engañarla. Se había criado con ella y sabía de lo que era capaz. Imaginó la ponzoña dentro de aquel presente envenenado y, sin embargo, mordió la manzana. Simplemente estaba harta de hacer de sirvienta de siete hombres que tan solo generaban trabajo y apenas agradecían sus desvelos. Quería poner fin a esa cárcel de barrotes invisibles que era su existencia. Su valor no daba para marchar a la aventura, aunque sí era suficiente para terminar con todo de una vez y de un bocado. De todas formas, para el resto del mundo ella ya estaba muerta.

Un sonido acuoso

La jabalina atravesó su cuerpo con un sonido acuoso, y él supo que debía proteger la cabeza con el escudo. Pero los brazos ya no tenían fuerzas y el golpe del aqueo con la espada ni siquiera lo sintió.  Desde las murallas, Príamo vio morir a su hijo y supo que la ciudad estaba perdida. Porque a él, su rey, desde ese mismo instante, lo único que le importaba eran la venganza y enterrar a su primogénito. Estaba dispuesto a rogar ante sus enemigos para recuperar el cadáver, y a ofrecer la ciudad y las vidas de sus habitantes a los dioses a cambio de que él o alguno de su sangre matara a Aquiles el inmortal.

El tribunal de los escritores

– No puedo ser perdonado, yo no escribo. Vomito. Sé que los más empáticos me excusarán con aquello de la intención. Ni es buena, ni jamás pretendió serlo. Quería trascender, ser como ustedes, formar parte de este tribunal para las generaciones de escritores venideras. Pero me he dado cuenta a tiempo. No escribo, vomito. Y no puedo dejar de hacerlo. No me consideren para el puesto, no me lean, olviden incluso que una vez estuve aquí. Tan solo dejenme seguir vomitando.

Alergia de vampiro

El cine y cierto tipo de literatura juvenil han reducido la condición de vampiro a la de un guapearas inmortal, que vive de noche y que huye del sol para mantener su delicada piel marmórea. Desde Entrevista con el vampiro no he vuelto a ver nada que se preocupe por nuestros problemas verdaderos. El enamoramiento solo nos preocupa durante los dos primeros siglos, luego comprendes que o te enamoras de otro vampiro, o éstas condenado a sufrir. Así que, en realidad, lo que ocupa la mayor parte de nuestro tiempo es la búsqueda de comida. Desafortunadamente, para nosotros no hay nada más conveniente que la sangre humana y, salvo las donaciones de siervos y amantes, el grueso del consumo debe satisfacerse a la manera tradicional. Esa es la parte que no se ve en las películas, como tampoco se ven algunos de nuestros problemas de salud. La pérdida de calidad de la sangre humana y la contaminación por metales pesados están generando una edad de vampiros enfermizos y con patologías desconocidas h

Internet del año del catapún

La cola para las entradas del museo no era muy grande, tal vez por tratarse de un día de diario o por estar la ciudad ahogada en medio de una histórica ola de calor. Sin, embargo tampoco se movía demasiado, ya que sólo una máquina expendedora contaba con auxiliar humano aquella mañana. Ellas estaban dos puestos por delante, pero sus conversaciones llegaban claramente a casi todos los visitantes. Se notaba que eran amigas de hacía tiempo. Hablaron de sus viajes comunes, y de sus maridos y novios. Pero en un momento determinado la conversación derivó hacia Internet: – Ésta es que tiene una conexión antediluviana. Si su Juan está conectado, ella tiene que esperar a que termine para poder navegar... – Eso va a ser el ancho de banda, que tenéis que ampliarlo, seguro que es eso –resolvió la tercera en discordia. – Lo que pasa es que tiene un Internet del año del catapún chimpún –sentenció la narradora. – Se lo diré a Juan para que lo mire, porque la verdad que es un fastidio. ¡Luisa, que nos

La agenda

Había sido sábado por la noche y su agenda marcaba follar. Poco importaba que Vero le hubiera dejado. Durante años, el ritmo de su vida era el que señalaba la agenda semanal. Y le había ido bien, excepto por lo de Vero. Salió de caza como antaño, siendo muy permisivo con los requerimientos previos, aunque al final tuvo que recurrir al pago para disfrutar de un rápido alivio manual en el servicio del pub. La noche del sábado había pasado, y había cumplido la programación. El domingo tocaba fútbol con los amigos, paella en casa de los padres y tarde organizando la agenda de la siguiente semana. Entonces buscaría un hueco entre el miércoles y el jueves para olvidar a Verónica.

Aprendiendo a volar, de nuevo

Había olvidado volar. Extendía las alas, pero por más que las agitaba sus piernas no se separaban del suelo más allá de un par de segundos. Le mirábamos angustiados intentar levantar el vuelo, pero sus esfuerzos eran imfructuosos. Si no lo lograba significaría que tendría que seguir en cautividad el resto de su vida. Sus cortos revoloteos le acercaron al borde de la terraza y, antes de que ninguno de nosotros pudiera evitarlo, se precipitó hacia el suelo. Pensé que le perdíamos, pero justo cuando alcanzamos a asomarnos, le vimos remontar planeando en el aire y alejarse de nuestro terrado saludando con la mano. Quise recordarle que un ángel debería honrar sus promesas, pero preferí no hacerlo: nunca se sabe cuándo un ángel de la guarda puede ser útil de verdad. 

Aptitud

Notaba un peso distinto en el bolso mientras caminaba por la atestada calle en su primer día de parada. Conocía casi de memoria todo el ceremonial de tanto que se lo habían contado amigos y conocidos que habían pasado por el mismo trance en los meses anteriores. Primero la cola, luego el currículum y, por último, la parte de las aptitudes, en línea con las últimas tendencias del coaching . Con la pistola apuntando a la sien de la funcionaria, le dijo muy tranquila: “tome nota de mis aptitudes: tengo capacidad de mando, sé hacerme escuchar y, si acaso, ando corta de paciencia”.

La actuación

Como cada noche, apuró el vaso de bourbon y salió al escenario. Como cada noche, el teatro estaba lleno, aunque los focos le impedían tomar conciencia de ello. Se acercó al taburete, y puso el micro a la altura de su boca. Y lloró. Lloró cuando todos esperaban un monólogo humorístico. Al principio, algunos rieron, posiblemente por inercia o por el propio desconcierto. Pero a los pocos segundos, de la sala de butacas no salía ningún ruido y sus sollozos pudieron llenar el silencio. Así estuvo cinco largos minutos, y cuando por fin pudo contenerse, una ovación clamorosa comenzó a tomar forma desde la última fila de la platea.

El porqué de este microsilencio

En los últimos días, querida-o lectora, habrás notado la ausencia de actividad en esta bitácora. La razón de este microsilencio hay que buscarla en el interés mostrado por una pequeña editorial (una microeditorial) en hacer una edición en papel de estos microrrelatos. Ello ha provocado que me haya centrado en releer todos los cuentos, corrigiendo erratas, faltas de horrografía y hasta finales para dar forma a una selección de trescientos veinte, los cuales formarán el microlibro. Iré informando por aquí los avances en este proyecto. De momento solo faltan el microprólogo y el microepílogo, pedidos a dos queridos amigos que seguro harán del libro algo mucho mejor.

La vecindad de la muerte

Desde muy temprano Adelina había vivido muy cerca a la muerte. Ya incluso antes de nacer. Su hermana gemela, que se hubiera llamado Gabriela, murió pocas horas antes del parto. Aquello provocó que la madre de Adelina sufriera mucho durante el alumbramiento y que, tras una semana de agonía, terminará caminando junto a la Parca. Durante su infancia desaparecieron sus abuelos, y en la guerra cayeron, repartidos entre ambos frentes, su padre y todos sus hermanos varones. También perdió Adelina a un novio piloto, que sobrevivió a la contienda, y le prometió un futuro regalado trabajando para una aerolínea comercial. Muchos de sus muertos sufrieron largas esperas en cama, a otros la vida se les escapó la vida de improviso, en una apretura del corazón o en una bala. Pero en todos los casos, Adelina creyó ver a la muerte viniendo a darle el pésame. Y era su rostro de arrepentimiento el que le ayudaba a perdonarle las enormes pérdidas que esta le provocaba. Adelina tuvo que sobrevivir a su mari

El castillo

Desde hace días es su único entretenimiento. Las horas de permanencia en la celda se van en dormir y edificar con la baraja incompleta torres de naipes. Ha ensayado diferentes fórmulas de montaje, pero todas terminan vencidas por el peso, por las corrientes o por el temblor incipiente de sus manos. Y cada vez que ve caer el castillo no puede evitar en pensar que esa débil estructura que se desmorona no es más que una metáfora de su propia vida: un día saliendo en los informativos como hombre de Estado, casi un héroe, y 6 años después saliendo en los informativos esposado y camino de la cárcel. Solo el preso con el que comparte celda parece haberse dado cuenta. En más de una ocasión le ha visto escrutar su rostro mientras los naipes caen. Por eso es él quién rompe la magia de la metáfora perfecta: "los castillos de naipes se pueden volver a edificar, pero con las vidas eso es práctica,ente imposible".

Un puñal en la mirada

Sara tiene una mirada quirúrgica. De esas que te desnudan el alma al primer vistazo, de esas que te amilanan y no dejan duda alguna de su superioridad. No puedo decir, por tanto, que esto me pillara por sorpresa. Lo sabía y hasta lo esperaba. Pero sus poderes van más allá. Sara no necesita de palabras para regañar. Te apunta con esos ojos que son como estiletes y sientes el frío acero en la nuca, clavándose entre dos vértebras y desgarrándote la posibilidad de andar. La amo. La amaré. Pero no puedo seguir viviendo con alguien que tiene un puñal en la mirada siempre a punto de desenvainar.

Apariencias

Quizá el hombre de la sonrisa falsa solo fuera parte del atrezzo de aquel momento de su vida. Pero a ella le dio por pensar que era cuestión del destino y que la sonrisa no era falsa en realidad, sino que simplemente se lo parecía. Pero el hombre ni siquiera la estaba mirando. Él ensayaba la sonrisa que le pondría a su mujer al llegar a casa supuestamente del trabajo. Realmente volvía de la oficina de empleo, como durante las últimas tres semanas. Allí hablaba, o lo intentaba, con una funcionaria poco profesional y muy poco interesada en los problemas de los parados. Y tenía razón, porque la funcionaria llevaba un mes muy preocupada por un tumor detectado en su seno izquierdo, y no se podía quitar de la cabeza a su madre, que murió de un cáncer de pecho cuando ella aún era una adolescente. Aquello le marcó profundamente y no quería que su hija en plena fase rebelde reviviera aquel episodio y pudiera terminar de perderse. Pero su hija no era rebelde, solo aparentaba serlo, porque en

Se enfría la cena

El plato quedó sobre la mesa, consumiendo el calor que le había cedido el fogón. La cuchara hacía de puente entre la blanca superficie del mantel y el líquido del que emergían algunas patatas y un trozo de bacalao amarillento. A su lado, una rebanada de pan comenzaba a endurecerse y un vaso lleno de agua deformaba la pobre luz intermitente que lo atravesaba viniendo desde la ventana. Los padres, sentados cada uno a un lado de la mesa eran parte del bodegón, inmóviles, con el miedo asomando a la boca a cada segundo y reprimiéndolo por no preocupar al otro. La niña no llegaba, y pasaba ya media hora. En la televisión llevaban varios días hablando del crimen de Alcasser y ellos, fieles seguidores de los programas de la tarde, temían verse entrevistados por Antenatrés para el magazine de la sobremesa. La niña se retrasaba y casi nunca lo hacía. Lo extraordinario del retraso un día de diario, el que más tarde terminaban las clases, solo acrecentaba el silencio del miedo. De pronto, l

Un vaso de arena

El calor sofocante no era lo peor. Ni siquiera las quemaduras de andar descalzo sobre la arena ardiendo. Lo peor era la sensación de sentirse traicionado. Las horas o días que llevaba muerto para el resto del mundo le dieron para pensar en los motivos: el ser humano necesita explicaciones para entender la realidad. Pasaron por su cabeza la envidia, los celos, el dinero e, incluso, un oscuro azar. Algo tenía que explicar la imagen de Jesus apuntándole con el fusil. Cuando los suyos se retiraron tuvo la suerte de quedar cubierto de muertos y escombros y sólo perdió las botas en la rapiña de los asaltantes. Ahora vagaba huyendo de los ruidos del frente sin conocer si estaba en territorio amigo o enemigo, herido, sediento, y unido a la vida por una esperanza: la de obligar al traidor a beber un vaso de arena justo antes de abrirle un agujero en la cabeza.

Casi un milagro

Parece que está buscando a alguien. Se le nota apurado, casi desesperado. Grita un nombre: puede ser Quique, o Enrique. Se va abriendo paso entre la gente para acercarse a la calzada. Lo cierto es que acabamos de pasar al lado de un niño pequeño que estaba llorando. Algunos de los penitentes se han sorprendido por su emoción cofrade: ¡tanto sentimiento en un crío tan pequeño! Alguien debería decirle que su niño está ahí, a apenas 15 metros, y que son las palmas las que no le dejan verlo. Si no fuera porque le he perdido el gusto a eso de los milagros, ahora mismo me bajaba de la burra y le gritaba al padre dónde está su Quique. parroquiavilavella.es

La velocidad de las musarañas

Dos pasos por detrás, absorto con el pelo arremolinado por el viento, entretenido con la visión aleatoria de su cuello y el moreno nacimiento del pelo. Ella ha bajado del autobús en la misma parada que yo. Al pasar a su lado me ha dejado un suave perfume que se le ha clavado en las profundidades de mi nariz. No me ha dado tiempo a ver su cara,  pero el azar ha querido que llevemos el mismo camino. Quiero pensar que se mueve con la elegancia sensual de una pantera y me la imagino volviendo la cara y buscando cruzarme la mirada. Entonces ella se gira y juraría que sus ojos se han detenido en mí una décima de segundo. Ella sonríe con una delicada hilera de perlas. Pongo mi cara de Gary Cooper y espero paciente que ella inicie la conversación que indudablemente la enamorará para siempre. Pero esa sonrisa no es para mí. Otro se interpone entre esas perlas y mi boca. Y es otro el que la besa delicadamente en el cuello. No borro la cara de Gary y lanzo un saludo a un lugar indeterminado más

Un lugar a la sombra del mundo

Una jaula de Faraday para las emociones. Un lugar sin cobertura para la desesperanza o la ira. Un cobijo para recuerdos sin dolor, un rincón del planeta a salvo del mundo, un espacio alejado de anhelos y sueños. Bajo la vieja escalera de madera, la que comunicaba el recibidor de la abuela con el mundo de los olores antiguos, había un lugar así. taringa.net

La piedra y la mirada

Mientras la apedreaban movía sus ojos asustados desesperadamente, buscando otros que le mantuvieran la mirada.

Avelino Abreu dividió al mundo

Avelino Abreu se hizo rico dos veces. La primera, cuando comercializó un sistema para mantener la memoria humana en un ordenador, dando origen a la inmortalidad extracorporea. Mucha gente enferma compró el sistema y, cuando a él mismo le diagnosticaron un cáncer linfático, no dudó en trasvasarse a un servidor de memorias. Con el tiempo, surgieron otros competidores que no solo te desmaterializaban, sino que te permitían viajar por las redes en busca de nuevos conocimientos y su sistema cerrado terminó derivando a la venta de módulos indiferenciados de memoria para los que solo querían recordar. La segunda vez fue cuando logró controlar el cuerpo de un vivo corpóreo y volver a sentir a través de él todas las emociones que ya sólo podía recordar. El sistema de avatares emocionales fue un éxito inmediato, y se crearon centros de reexperiencia que utilizaban su desarrollo para controlar el cuerpo de los corpóreos que se alquilaban para la ocasión. Avelino Abreu no solo se hizo rico dos

Cambio de vida

Antes de tirar la pistola al río pensó en cuántas personas alargarían sus vidas con su gesto. Personas a las que tarde o temprano, él u otros habrían terminado apuntando con el arma para borrarlos del mapa. Seguro que alguno de ellos se merecería un final de cine negro, pero su salud mental requería que alejara de sí aquella tentación. Luego tenía previsto deshacerse de la navaja, pero su mano no quiso soltarla; le tenía demasiado aprecio. Así que la volvió a guardar en el bolsillo del abrigo y se alejó del río jugueteando con la idea de un nuevo intento después del siguiente encargo. 

Por un puñado de votos

Los resultados de las mesas se iban sumando lentamente en la pantalla. El empate era casi perfecto, apenas unas décimas entre uno y otro. La victoría estaría en un puñado de votos. A saber dónde estaría la mesa que le daría la ventaja a uno de ellos. Si ganaba podría por fin cumplir con el sueño de los últimos 8 años, gobernar su ciudad. Pero si las papeletas decidían otra cosa, el partido no le perdonaría una segunda derrota; tendría que marcharse antes de que lo obligaran a dimitir. Pensó en ello con aprensión y rápidamente volvió su atención a la pantalla donde los porcentajes apenas cambiaban y donde se estaba televisando el momento culminante de su biografía

Primero el título

Aquel juego comenzó cuando estaba en primero de BUP. El profesor de literatura, un tipo demasiado brillante e inquieto como para permanecer demasiado tiempo en un colegio de curas tristes, les animaba a romper con la rigidez de las redacciones escolares y a buscar en su imaginación historias que salieran de sus entrañas. Y, para convencerles de tan arriesgado experimento, les entrenaba con juegos y entretenimientos. Su preferido, primero el título: un compañero inventaba el título del cuento (aunque no tuviera sentido) y todos se ponían a la labor de armar una narración que hiciera honor a dicho comienzo. Durante años siguió jugando solo. Y antes de comenzar a escribir su primera novela estuvo meses intentando encontrar un título sugerente, pero solo se le ocurrió "Primero el título". Por eso estaba seguro de que la novela sería un fracaso.

Un baile, una vida

Bailaron hasta que los músicos, exhaustos, dejaron de tocar, hasta que las demás parejas sólo fueron un recuerdo sobre la pista de baile, hasta que se quedaron completamente solos. Bailaron hasta que él le preguntó si se había divertido y ella ya no pudo responder que sí.

El carnicero

Cortaba la carne en finísimos filetes. La mano experta guiaba un cuchillo afilado con esmero. Y los desperdicios y recortes los iba dejando caer en un gran cubo negro. El carnicero recordaba siempre en aquellas ocasiones la primera vez que hizo un sacrificio con despiece completo: el miedo en los ojos de la criatura, los últimos intentos por zafarse del cuchillo y el olor cálido de la muerte fresca. Luego, el arduo trabajo de separar las piezas, de cortar certeramente huesos y tendones, de extraer de cada pieza su mejor corte: filetes, dados o tiras. Horas y horas de laborioso trabajo hasta convertir un cuerpo humano en un selecto mostrador gourmet.

Antes de descubrir el fuego

La última nave partió dejando tras de sí una estela de fuego. Los que quedamos, los que no pudimos comprar un nuevo destino, la vimos alejarse. Por muy duro que fuera su destino, ellos al menos lucharían por un futuro. Los de aquí ya no lo teníamos y por eso dejamos de luchar. Poco a poco se fueron apagando las emisoras de televisión, los hospitales y, finalmente, las propias centrales eléctricas. Y una humanidad estéril y rendida volvió a pasar hambre, frío y miedo. Justo como antes de descubrir el fuego.