Hace años yo era el foco de sus bromas y abusos. Ser el empollón, el raro de la clase es una prueba diaria de estoicismo. Todos los que quieren destacar o, simplemente, alejar de si la ira de los demás se dedica a mortificarte.
Pero ahora, todos ellos, todos los que son como los que se reían de mi, ahora me bailan el agua y se ponen en cola a las puertas de mi clínica para que yo decida si les concedo el favor de paralizar su proceso de envejecimiento celular. No hay duda de que la inmortalidad es un buen negocio pero, sobre todo, es también una magnífica venganza.
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