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Mostrando entradas de abril, 2012

Play Again

Play again. Dos palabras, eso era todo. Los meses transcurridos desde el hallazgo en la Casa de la Contratación de Sevilla, los complejos rompecabezas para desentrañar el código y, finalmente, las idas y venidas por las selvas de Guatemala se cerraban en dos palabras, como los mandamientos. Se miraron de nuevo como queriendo corroborar por medio de los demás lo que cada uno ya pensaba. Tal vez alguna vez hubo enterrado un tesoro, pero ahora no era más que una broma. Alejandro lloraba desconsolado, Alberto daba patadas de rabia al suelo, pero Arturo sacó su rotulador rojo y escribió sobre el pergamino "Llegaste tarde". – Devolveremos el mapa a Sevilla –dijo–, y así otros podrán tener la posibilidad de vivir esta aventura. Y los tres comenzaron a echar tierra sobre la caja con el mismo entusiasmo que un rato antes habían invertido en desenterrarla.

Yo escribí la Wikipedia

Tener un conocimiento enciclopédico no es una de las cualidades más sexis que se me ocurren. De hecho, tengo la constancia de que a las mujeres les resulta casi más repelente que atractivo. Nací con la doble maldición de una curiosidad infinita y una memoria absoluta. La una y la otra enlazadas siempre terminaban torciendo mi voluntad y, por más que me propusiera ir a jugar con los amigos o salir al cine con las chicas, mis pasos terminaban perdidos entre las páginas de un libro. Desde pequeño mi hábitat natural fueron los libros, concretamente las bibliotecas, espacios en los que mi sed de conocimiento podía ser calmada con relativa rapidez. Aunque siempre había lagunas de información, algún dato perdido, resultado del enlace de unas preguntas con otras, que finalmente terminaba chocando con una versión demasiado desactualizada de la Espasa Calpe o, simplemente, con el vacío más absoluto. Afortunadamente, casi al mismo tiempo que se me acababan las páginas en la Biblioteca Pública Mig

Una sombra en el espejo

En casa no hay espejos, ni siquiera para afeitarme. La gente piensa que la muerte, excepto en el caso de los enfermos y de los ancianos, llega sin avisar, pero no es cierto. A la muerte le gusta conocer previamente a sus víctimas y se pega a ellas durante unos días, acompañándolas a todas partes. A todas. Lo sé desde hace años. De pequeño era incapaz de asociar aquella sombra que acompañaba a algunas personas con la desgracia. De hecho pensaba que todo el mundo la veía como yo. La adolescencia me trajo por fin la iluminación y me di cuenta de que esas sombras aparecían dos o tres días antes de la muerte. La vi junto a Teresa y lo supe. Iba de monitora a un campamento por primera vez y estaba muy ilusionada. Un día antes de la acampada fueron algunos monitores a hacer una inspección del lugar, pero no todos volvieron. Un vuelco del coche lo impidió. Yo les vi partir y me fijé en las dos sombras que entraron con ellos en el coche. Al principio intentaba avisar, buscando alguna manera de

La mujer de la barra del bar

Mantenía su barbilla apoyada sobre el dorso de sus manos entrecruzadas. Éstas descansaban sobre la propia barra y la mirada la mantenía sumida en algún poro de la taza donde humeaba un café. El humo revocaba en las corrientes secretas de aire que surcaban el local e iba a parar a sus gafas, empañándolas levemente. Era un trozo de mundo estático. A su alrededor todo se movía: las personas, las palabras, las manos, los sentimientos. Pero junto a ella había un campo de ingravidez extraño que ralentizaba el tiempo hasta dejarlo parado. En un extremo de la barra, sola y extraña, finalmente rompió el hechizo y se bebió el café de un solo trago. Luego salió disparada del bar. Junto a la taza marcada por sus labios permaneció un manoseado diario abierto por una página de ofertas de empleo repleta de cruces rojas.

La piedra de David

No soy un arqueólogo como los demás. Suelo cometer dos tipos de errores: siempre me hago preguntas que no debería hacerme y, lo que es peor, casi siempre me propongo responderlas. Esta es la razón principal que me ha traído a Israel. La lectura de la Biblia es una inspiración para cualquiera con un mínimo de conocimientos y algo de imaginación. Y una de las historias más increíbles es la de David y Goliat. Resulta evidente que la piedra que usó el primero no podía ser normal, pues a buen seguro que el guerrero Goliat ya había sido atacado con ese tipo de armas en otras ocasiones y llevaba impedimenta protectora suficiente. Y, si David no era especialmente fuerte (hablamos de un pastor), entonces la clave estaba en la piedra.Supuse que el futuro rey debió guardarla tras la batalla, si no esa exactamente, sí algunas como esa. La suposición me llevó a seguir la pista por Palestina, Egipto y Roma, para luego volver a las ruinas del templo de Jerusalén. Debajo del muro de las lamentaciones