Una noche con el cielo plagado de estrellas, invisibles por la contaminación y las luces de la ciudad, nos besamos. Mis gérmenes y tus gérmenes mezclaron su material genético y volvieron mutados a nuestros torrentes sanguíneos. Tú me dijiste "te quiero". Yo pensé en una canción de los Beatles y no supe que decir. Aproveché el ruido infernal del tráfico que se colaba por las ventanas mal aisladas de la casa y balbuceé algo que sonó parecido a "y yo a ti". Volvimos a los besos sobre el sofá sembrado de ácaros. De fondo, el eterno programa de telerrealidad emitía su basura catódica. Todo parecía indicar que acabaríamos la noche fusionando nuestros gametos y sudores. Entonces tosiste y se rompió el hechizo.
Y no tuve más remedio que poner tu corazón en cuarentena.
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