Las palabras leídas le traspasaban el alma. Desde niña. No se trataba de reconocer la buena literatura, aunque también sabía apreciarla, eran las sinuosas curvas de las letras, la rítmica nada de los espacios... Ahí es dónde ella encontraba la verdadera poesìa. Por eso también prefería leer sobre escritura a mano: las variaciones y los motivos de disfrute se multiplicaban.
Cuando se topaba con algún papel especialmente bien escrito, en el que la letra y la música acompañaban, el impacto la sumía en un estado semicatatónico por espacio de horas. Cuando por fin volvía del "viaje" –así lo llamaba–, lo hacía pletórica de felicidad. La adrenalina le impedía dormir durante días y la obsesión por la lectura se le acrecentaba. Sin embargo, cada vez era más difícil encontrar textos tan perfectos. Ni siquiera entre los clásicos. Internet la indignaba, plagado de millones de "autistas aulladores", con egos del tamaño de montañas y talento de ratón, pero como adicta al texto llenaba su ancho de banda de revistas literarias, novelas on line y PDF furtivos. Siempre a la espera de al menos 15 líneas en las que se condensara la belleza.
Toda su vida había sido una espiral de sucesos que se alejaban para luego acercarse al tema central de su Universo: la Atlántida. Desde que escuchó el primer cuento sobre ella, narrado por su abuelo, supo que irremediablemente estaba atrapado por su búsqueda. Lo leyó todo, desde la descripción idealizada de Platón, hasta las versiones más disparatadas de los grupos herméticos. Había visitado todas las posibles Atlántidas de la Tierra y había coleccionado cuanto documental, libro o folleto turístico que se había cruzado en su camino. Lo sabía todo sobre esa nación, lo posible y lo imposible y, aún así, la seguía buscando porque soñaba con ella todas las noches. Contaba con sesenta años cuando, de la mano de su nieto, descubrió las posibilidades de Internet. Y, entre todos los recursos que descubrió, hubo uno que le hechizó de forma especial, el Google Earth. Desde que lo descargó a su ordenador se pasaba las horas analizando cada centímetro cuadrado del mapa virtual del mundo, intentand
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