Tengo un problema serio. Al menos eso dicen los demás. A mi me parece una exageración. Más que un problema, o un defecto, o un demérito, es una virtud. Es posible que esta virtud la tenga en un grado impropio, tal vez si quiere el lector, en un grado exagerado, al menos en un grado mayor que el resto de los mortales que conozco (no puedo escribir sobre los que me son desconocidos). Escribo. Escribo como habla el que sufre de verborrea, mis manos se desplazan por el teclado o por el papel, según escriba en el ordenador o a mano, con la velocidad que permiten mis ojos y la conjugación de mis extremidades y sus tendones. Y, una vez que empiezo, me cuesta acabar. Siempre encuentro una frase más, la expresión escrita de un pensamiento que debe ser reflejado en el papel. O en la pantalla. Porque hoy la pantalla es tanto como el papel. Resumiendo, que escribo por defecto...
Que escribo.
Que escribo.
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