Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2011

Llueve sobre mi alma

Esta mañana apareció gris y tormentosa. La primavera se estrenaba con pocas ganas y la lluvia se convirtió en la protagonista del día. Cayó fuerte. Y yo estaba a la interperie. El agua chorreó por mi cuerpo, caló mis ropas y me llegó al alma, enfriándola y haciéndola encoger. Con el alma empapada todo parece terrible: las sombras se convierten en monstruos y todas las miradas son aviesas. El miedo y la depresión son los principales efectos de un alma humedecida. Y la mía estaba empapada. El día continúo tormentoso, peinado de vez en cuando por ráfagas de un viento más incómodo que frío. Y, hacia su final, no parecía capaz de cambiar el guión predeterminado la noche antes por el hombre del tiempo. Sin embargo, algunas veces, algunas almas son capaces de escurrir todo el líquido acumulado gracias a un beso, una mirada que se reencuentra o un roce de manos cómplice. Por eso, mientras el cielo volvía a reiterar su tristeza sobre mis hombros, debajo de mis capas de ropa y piel, amanecía

Cuándo éramos hijos

Vivir a escondidas de las preocupaciones, al cobijo de unos brazos más poderosos, sabios y grandes que los propios. Jugar a ser mayores, imaginando que los problemas siempre tienen solución. Jugar a ser salvajes, sin medir las consecuencias ni temer las represalias. Unir con saliva y lágrimas los desgarros en las rodillas; mentir con mirada huidiza sobre las causas de las heridas. Romper zapatos, pantalones y mochilas sin conciencia de coste; pedir el cielo y las estrellas sin miedo a pedir demasiado. Llorar cuando te duele, cuando te cogen, cuando te humillan, cuando te apetece, sin temor a resultar demasiado débil. Reñir con tus mejores amigos, cortar un hilo invisible y volver a unirlo con tijeras digitales. Contar tus sueños y tus miedos, y saber que siempre hay un último refugio entre los brazos de mamá. Ser hijos.

La barrera

El sol poniente incendia el horizonte mientras encamina sus pasos hacia la barrera. Al otro lado de la misma el tiempo y el espacio se modifican. Al otro lado, hay espacio para la esperanza y tiempo para disfrutarla. A este lado sólo hay tiempo para esperar la muerte, que llega lenta, siempre que no se te ocurra llamarla a gritos: alzando la voz contra los que ahogan el tiempo y el espacio. Sabe que al otro lado las gentes no quieren a gente como él. Pero también sabe que, si se queda del lado de los que se mueren callados, su vida no habrá tenido sentido. Por eso camina erguido, porque quiere que los que disparan desde su lado lo puedan ver bien y que, a ser posible, le alcancen. Y que los del lado de la barrera en el que el tiempo y el espacio existen, se terminen apiadando y le ayuden. Suena un disparo...

El salto

Es su última oportunidad. Dentro de 4 años ya será demasiado vieja. Ha visualizado la marca; mentalmente ha delineado su característico balanceo atrás y adelante, el saltito tras la segunda zancada, la carrera de aproximación, ajustando al máximo para no pisar la plastilina e, incluso, ha deducido cómo será el vuelo y como caerán su brazos y piernas para salir campeona. Se depoja de la sudadera y se sitúa en su marca. Inicia su balanceo característico,repita paso a paso la secuencia de movimientos antes imaginada y salta. Al caer a la arena se da cuenta de que ha superado la marca objetivo, pero el público está en silencio. No quiere volverse, no quiere ver al juez con la bandera roja levantada, y prefiere ir al encuentro de su toalla para llorar oculta entre sus pliegues.

El algoritmo de Estefanía

Cientos, miles de papeles llenos de números y ecuaciones. Miles de horas tumbada, sentada, arrodillada ante los folios y los libros. Un ordenador muriéndose de asco en el despacho y el suelo de la casa abandonado desde hace semanas. Estefanía ha ido llenando los vacíos creados por los abandonos sucesivos de su madre y su marido con la obsesión matemática; dedicando a su tesis inconclusa los momentos que debiera haber gastado en lágrimas. Los números son certeros, hierros a los que atarse, pilares inamovibles para sostener cualquier cosa. En ellos no hay posibilidad de engaño. Son lo más real que se pueda encontrar e eñ mundo y Estefanía quiere dedicar su vida a encontrar un algoritmo que permita reducir cualquier aseveración a una expresión matemática y descubrir, así, si ésta es verdad.

Sígame en Twitter

El hombre lo dijo con ansiedad, se le notaba en la cara que para él esta petición era importante. Desde que esta red social se pusiera de moda a comienzos de la década de 2010 el número de sus registrados no había parado de crecer. Mientras que otras muchas fueron cayendo, Twitter supo reinventarse cada poco años, modificando lo suficiente su forma como para que los cambios parecieran enormes sin apenas variar su esencia. A medida que crecían su fama y número de usuarios, comenzaron también a aparecer nuevas patologías relacionadas con ella o, en realidad, viejas patologías con nuevas manifestaciones. Este hombre era un pobre enfermo, un paria que apenas tenía 200 seguidores, una cifra asombrosamente ridícula. Una cifra de marginado social. – No se empeñe, @Juan, yo soy su psicólogo y sólo podemos hablarnos a través de Skype. Cualquier otro tipo de contacto sería considerado como mala praxis. Además, de lo que se trata es de que usted logre encontrar la forma de entablar contacto con

Discuten

El niño mira atento a la pantalla. En ella, unos personajes salidos de una serie de dibujos animados, cantan alguna canción pegadiza. En la cocina sus padres discuten. El niño, arropado en una cuna vestida de tonos pastel y borreguitos celestes, con un móvil de ballenas de trapo y canción de cuna comienza a dormirse. En el salón, sus padres discuten. El niño acaba de bajarse del coche frente a la puerta del colegio, le acompaña su hermana mayor. En el coche, sus padres discuten. El niño se encuentra en la sala de urgencias porque se ha llenado los oídos de bolitas de anís buscando el silencio. En la puerta de la sala sus padres discuten.