Comprar libros compulsivamente tiene dos graves inconvenientes. El primero es el espacio, o la falta del mismo. El segundo es la frustración que genera ver crecer de forma constante el montón de libros por leer.
Sin embargo, la acumulación y el tiempo generan también las condiciones necesarias para el descubrimiento. En ocasiones, cuando uno rebusca entre los libros del montón, descubre un tratado sobre Bizancio que no recordaba, o la penúltima novela del último premio Nobel. Y entonces, sin ni siquiera quitarles el polvo, comienzas a leer porque ya no es libro, sino un tesoro, un tesoro escondido que hay que gastar de inmediato, antes de que el tiempo u otro pirata lo vuelvan a esconder irremisiblemente.
Sin embargo, la acumulación y el tiempo generan también las condiciones necesarias para el descubrimiento. En ocasiones, cuando uno rebusca entre los libros del montón, descubre un tratado sobre Bizancio que no recordaba, o la penúltima novela del último premio Nobel. Y entonces, sin ni siquiera quitarles el polvo, comienzas a leer porque ya no es libro, sino un tesoro, un tesoro escondido que hay que gastar de inmediato, antes de que el tiempo u otro pirata lo vuelvan a esconder irremisiblemente.
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