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El niño sonámbulo

Puede que fueran las dos de la madrugada. No estoy seguro porque tenía mucho sueño. La luz de su habitación estaba encendida y se oían sus pasos ir y venir por el pasillo. Puede que el aumento repentino de luz me despertara. No estoy seguro.
Le vi atravesar la puerta y perderse en la oscuridad del salón. Puede que llegara hasta el despacho. No estoy seguro porque aún no había reunido las fuerzas para levantarme.
Cuando lo hice, lo encontré intentando arrastrar una silla enquistada en el borde de la alfombra. Puede que llevara los ojos abiertos, pero estaba dormido. Lo cogí en brazos y lo llevé hasta su cama. Cuando terminé de taparlo caí en la cuenta de que faltaba la almohada.
Busqué en el pasillo, en el salón, en el despacho y hasta en la cocina. No apareció. Volví a buscar, incluso en la bañera, pero como él parecía no echarla de menos volví a la cama.
A la mañana siguiente Carlos dormía abrazado a la almohada. Como siempre.
Puede que el sonámbulo fuera yo. No estoy seguro.

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