El reino de las partículas es el de la incertidumbre. Pueden estar en más de un lugar a la vez, siempre que no las mires. O pueden enlazarse más allá del espacio como hermanas gemelas que sienten al unísono. Es en ese mundo improbable en el que se mueven también mis sentimientos. Puedo querer a dos mujeres a la vez y también puedo sentir un orgasmo al mismo que una tercera que viva en Nueva Zelanda. Sí, en el fondo soy un tanto particular.
Toda su vida había sido una espiral de sucesos que se alejaban para luego acercarse al tema central de su Universo: la Atlántida. Desde que escuchó el primer cuento sobre ella, narrado por su abuelo, supo que irremediablemente estaba atrapado por su búsqueda. Lo leyó todo, desde la descripción idealizada de Platón, hasta las versiones más disparatadas de los grupos herméticos. Había visitado todas las posibles Atlántidas de la Tierra y había coleccionado cuanto documental, libro o folleto turístico que se había cruzado en su camino. Lo sabía todo sobre esa nación, lo posible y lo imposible y, aún así, la seguía buscando porque soñaba con ella todas las noches. Contaba con sesenta años cuando, de la mano de su nieto, descubrió las posibilidades de Internet. Y, entre todos los recursos que descubrió, hubo uno que le hechizó de forma especial, el Google Earth. Desde que lo descargó a su ordenador se pasaba las horas analizando cada centímetro cuadrado del mapa virtual del mundo, intentand
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