Fue un susurro leve, pero ella lo escuchó. De pronto, todas aquellas maravillosa cenas de San Valentín comenzaron a tener sentido. No eran, como ella había pensado, celebraciones de su amor infinito, sino enormes excusas de destrucción masiva.
Una palabra bastó para hacer saltar por los aires su vida, una palabra terrorista que se inmolaba para generar dolor a su alrededor. Aún podía disimular, hacer como que no se había enterado y prolongar el engaño algún tiempo más. Pero, en lugar de eso, le espetó:
- ¡Cuánto daño han hecho las princesas de Disney a las de mi generación!
Él sonrió con su boca falsa y continuaron cenando al son de los violines, sin decirse nada más.
Una palabra bastó para hacer saltar por los aires su vida, una palabra terrorista que se inmolaba para generar dolor a su alrededor. Aún podía disimular, hacer como que no se había enterado y prolongar el engaño algún tiempo más. Pero, en lugar de eso, le espetó:
- ¡Cuánto daño han hecho las princesas de Disney a las de mi generación!
Él sonrió con su boca falsa y continuaron cenando al son de los violines, sin decirse nada más.
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