Lo decía como una cantinela diaria, como un mantra con el que comenzar o terminar el día: "hay que pasar el día para llegar a mañana".
Los amigos y sus compañeros de trabajo nunca pensaron demasiado en ello. Era demasiado alegre y optimista como para pensar que vivía de prestado.
Hoy todos lo entendemos y algunos hemos adoptado esa máxima como parte de nuestra propia existencia.
Los amigos y sus compañeros de trabajo nunca pensaron demasiado en ello. Era demasiado alegre y optimista como para pensar que vivía de prestado.
Hoy todos lo entendemos y algunos hemos adoptado esa máxima como parte de nuestra propia existencia.
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