En 1982 yo tenía 13 años. El futuro me parecía lejano y me costaba imaginarme más allá de la frontera del 2000. En aquel año yo terminaba la EGB y comenzaba el BUP. Comenzaban también los cambios que irremisiblemente me dirigían a este momento en el que aprovecho un rato perdido para escribir.
Aquel verano viví los primeros fracasos amorosos, se pusieron a prueba amistades de la infancia y España no fue capaz de ganar su mundial. Aquel verano tuve la revelación que marcaría mi vida: el fracaso es una palanca. Así que el final de la larga cadena de equivocaciones que ha sido mi vida, sólo podía culminar en este instante en el que dejo en el papel el peso de mi mayor certeza: en 1982 cambió mi vida.
Aquel verano viví los primeros fracasos amorosos, se pusieron a prueba amistades de la infancia y España no fue capaz de ganar su mundial. Aquel verano tuve la revelación que marcaría mi vida: el fracaso es una palanca. Así que el final de la larga cadena de equivocaciones que ha sido mi vida, sólo podía culminar en este instante en el que dejo en el papel el peso de mi mayor certeza: en 1982 cambió mi vida.
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