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Mostrando entradas de febrero, 2009

Entre la oscuridad y la sombra

Entre la oscuridad y las sombras. Entre lo negro y lo más negro. - ¿Qué haces? - le pregunta la niña. Le ha visto enfrascado en una pequeña pantalla, moviendo torpemente dos dedos sobre unas teclas dibujadas en el cristal. - Escribo un cuento. - le dice. - ¿Uno para niños? - Uno para todo el mundo. - ¿Y como empieza? - Entre la oscuridad y las sombras -lee molesto -. Entre lo negro y lo más negro... - Ya veo. - ¿Qué ves? - Pregunta intrigado. - Que en realidad no sabes contar cuentos. Sólo escribir palabras complicadas. [Posted with iBlogger from my iPhone]

El piropo

"Anoche me hice una paja pensando en mí haciéndome una paja pensando en tí". Estaba acostumbrada a exabruptos de ese calibre. Era la manera en la que ellos le recordaban que, por encima (más bien por debajo) de su hábito y de las leyes, ella era una mujer. Nunca antes como en aquel lugar le habían hecho sentirse tan femenina. Aunque mostraba desprecio y enfado por las groserías proferidas por los reclusos, en el fondo, se vengaba mentalmente de los que consideraban natural su opción por la vida en religión. Cada uno de los "claro", "ah" o "ya", eran una manera de confirmar su fealdad. En esta ocasión, no reaccionó como el resto de las veces. Miró al hombre que había gritado aquella obscenidad: un bruto y violento confeso, enormemente resentido con todos, y al que todos apodaban el feo. Desvió su camino normal y se acercó a la puerta de su celda. "Gracias", le dijo. Y se alejó luciendo un coqueto contoneo que pensaba olvidado en la puert

Esperando

Se retrasa mi cita. Decido esperarle junto a la tienda de electrodomésticos, así aprovecho y curioseo las pantallas de televisión. Entonces me fijo en él: desgarbado, con los pantalones medio caídos; uniformado, pero dejando claro que es diferente. Como el resto. Creo que espera a alguien, como yo. Y como yo hace 25 años: esperando cada sábado a la puerta de un edificio a que ella bajara alguna vez. Nunca bajó. El Chico parece cansado de esperar. Recoge su mochila del suelo y comienza a andar, con uno de esos andares entre chulesco y cansino. Como yo. [Posted with iBlogger from my iPhone]

El diálogo del besugo

No espero nada de la vida, más que seguir con mis correrías submarinas, cazar sin ser cazado y desovar millones de posibles futuros besugos. Es simple, pero tremendamente complicado, mucho más desde que esos extraños seres de fuera del mar y que tan mal nadan, han comenzado a venir. La mayoría son inofensivos. Se limitan a estarse quietos y mirarnos con sus horribles ojos frontales. Sin embargo, algunos de ellos son muy peligrosos, suelen generar muchas burbujas a su alrededor y disponen de unos tremendos aguijones que lanzan a gran distancia. Uno de ello me rozó en una ocasión la aleta caudal. No espero nada de la vida, pero a veces me pregunto cómo será el mundo fuera del agua. A veces me gustaría ser como esos seres que nos visitan, capaces de estar a ambos lados, aunque sólo sea un rato. Me gustaría pararme ante ellos y verlos desarrollar sus vidas: la caza, el desove, la muerte. ¿Será igual a la de un besugo?

Tengo un cuento para tí, papá

Como cada noche desde hacía 4 años, se preparaba para la liturgia del cuento. Al principio no los leía, simplemente iba inventando, o le contaba alguno de los clásicos que aprendió siendo niño. Pero, de un tiempo a esta parte, la necesidad de exactitud que pedía el niño hacía poco menos que imposibles las improvisaciones. Los tres cerditos de hoy debían coincidir palabra por palabra con los tres cerditos de ayer. Como siempre el niño esperaba ansioso en la cama, abrazado al muñeco de turno: ora un ratón Mickey, ora un Gusiluz, ora Andresín, el osito de peluche heredado del primo. Entonces comenzaba la negociación del cuento. El padre, empeñado en leer alguno nuevo, y el niño insistiendo en los de siempre. Al final terminaban haciendo lo que quería el pequeño y el padre leía nuevamente las páginas gastadas del uso. Luego terminaba las narraciones con un "colorín, colorado, este cuento se ha acabado" y un beso de buenas noches en la mejilla. – Papa, hoy tengo yo un cuento para

TQM

Con la enorme agilidad que dan años de escritura móvil, Alicia hizo aparecer las tres letras en la pantalla. Sin embargo apretar el botón de envío le llevó más tiempo. Le había conocido a través de tuenti y le daba un poco de corte que él pudiera sentirse acosado. Pero lo cierto es que soñaba cada noche con su alma gemela, jugando a ponerle las caras de sus actores y cantantes favoritos. Finalmente se decidió. Unos minutos más tarde, el padre de su mejor amiga escribía desde su teléfono secreto: kedamos? [Posted with iBlogger from my iPhone]

El bastardo bienvenido

Puso buena cara. No hay problema, se dijo. Ella estaba entusiasmada con la visita. Un viejo amigo de la facultad, dijo. Pero era algo más, se reprochó. Mucho más que un viejo amigo. ¿Te acuerdas aquella vez que pensamos que estabas emarazada? Preguntó en mitad de la cena. Entonces lo supo. Ese bastardo la había amado, y a tenor de la intencionalidad de la pregunta, lo seguía haciendo. Y en la mirada de ella adivinó que desde siempre había sido su peor rival y que le había ganado la partida muchos años antes. [Posted with iBlogger from my iPhone]

el rincón de los sueños abandonados

Besar a Mariángeles a la orilla del mar, ser biólogo, doblar el Cabo de Hornos, todos ellos son los sueños que se amontonan en un rincón de mi alma que no suelo visitar. Normalmente no me pesan, pues han sido muchos los deseos colmados pero, de vez en cuando, hago inventario y no puedo dejar de preguntarme qué hubiera sido de mi vida si alguno de ellos se hubiera hecho realidad. [Posted with iBlogger from my iPhone]