Comenzamos en La Charca, con el pinchito y el lomo. La cerveza no es de mi marca predilecta, pero las tapas merecen la pena. De ahí nos vamos al Puga, donde nos esperan los boquerones rebozados. Allí caen dos o tres más. Las risas suben de volumen y las conversaciones de tono a medida que avanza el tiempo. Entonces alguien lanza la idea: cama redonda.
Aún me pregunto como terminamos aceptando. Desde entonces ir de cañas adquirió otro significado para nosotros.
Aún me pregunto como terminamos aceptando. Desde entonces ir de cañas adquirió otro significado para nosotros.
Comentarios