Parece que Gaudí hubiera diseñado las formas caprichosas con las que el viento y la arena han dibujado la faz de las montañas. La veo caminar por la arena, buscando esas piedras que según el guía usaban las mujeres tuareg para decorar sus rostros. El resto de los turistas miran con miedo y curiosidad la posible guarida de una serpiente.
Nadie me ve. Nadie me mira. Al otro lado de la duna se prolonga el mar de arena y los mazizos de roca se elevan como abruptas islas volcánicas. Comienzo a andar hacia el Este.
Nadie me dice nada.
Nadie me ve. Nadie me mira. Al otro lado de la duna se prolonga el mar de arena y los mazizos de roca se elevan como abruptas islas volcánicas. Comienzo a andar hacia el Este.
Nadie me dice nada.
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