No había dejado nada al azar. Cada uno de sus movimientos los había estado ensayando durante meses: cada palabra, cada entonación, incluso, cada caída de ojos. Por eso consideró que había estado perfecto, que la ejecución había sido irreprochable y que el fracaso no podía ser una opción.
Y, sin embargo, ella dijo que no, fríamente, sin apenas pensarlo. Luego, posiblemente conmovida por el enorme dolor que se adivinaba en sus ojos, le aclaró que sus padres consideraban que era aún demasiado joven. Y luego se fue.
Allí quedó él, con el corazón destrozado por primera vez en sus 14 años de vida, repitiendo mentalmente todo lo que había pasado en busca del momento exacto en el que metió la pata: nadie puede rechazar una invitación al cine tan bien estudiada.
Y, sin embargo, ella dijo que no, fríamente, sin apenas pensarlo. Luego, posiblemente conmovida por el enorme dolor que se adivinaba en sus ojos, le aclaró que sus padres consideraban que era aún demasiado joven. Y luego se fue.
Allí quedó él, con el corazón destrozado por primera vez en sus 14 años de vida, repitiendo mentalmente todo lo que había pasado en busca del momento exacto en el que metió la pata: nadie puede rechazar una invitación al cine tan bien estudiada.
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