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El hombre marca

Le conocí cuando las marcas eran su religión: las buscaba, las atesoraba en cualquier forma que éstas presentaran, preferiblemente en ropa y zapatos. Pero tal pasión por ellas le generaba grandes gastos y, poco a poco, fue limando los ahorros familiares y hasta las rentas que le proporcionaba su trabajo en un banco.
Entonces llegó la crisis, y con ella los cierres de comercios y los recortes de personal, incluso en el propio banco. De pronto se vio en la calle, sin dinero y, lo que es peor, sin capacidad para seguir aumentando su adorado tesoro. La venta de sus mejores piezas terminó financiando la comida y la luz del día a día, trastornando su entorno y su cabeza a la vez.
Hoy le he vuelto a ver paseando por el Retiro, vestido de marca, haciendo de hombre anuncio y siendo otra vez feliz.

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