La princesa del cuento de hadas miró a su Príncipe Azul. Era, como mandan los cánones, guapo, alto, de ojos profundamente azules. Sólo una voz un poco aflautada parecía desentonar con el estupendo conjunto.
El príncipe vivía en el palacio familiar, rodeado de lujos y de sirvientes. La suya sería una vida llena de paz y de seguridad a su lado. Pero la princesa del cuento de hadas siempre había soñado con la libertad del mar, con navegar por el mundo a bordo de un barco corsario, con doblegar las olas del Caribe, con ser libre.
Pero, como mandan los cánones, la princesa hundió los ojos en el suelo y con voz tímida y aterciopelada dijo "si quiero".
Y él fue feliz y comieron perdices.
El príncipe vivía en el palacio familiar, rodeado de lujos y de sirvientes. La suya sería una vida llena de paz y de seguridad a su lado. Pero la princesa del cuento de hadas siempre había soñado con la libertad del mar, con navegar por el mundo a bordo de un barco corsario, con doblegar las olas del Caribe, con ser libre.
Pero, como mandan los cánones, la princesa hundió los ojos en el suelo y con voz tímida y aterciopelada dijo "si quiero".
Y él fue feliz y comieron perdices.
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