Cruza la ciudad sin levantar los ojos del suelo. Se diría que va leyendo un texto secreto, escrito con una tinta visible solo a sus ojos. Pero en realidad huye, escapa. Se aleja de un destino prefigurado por otros. Quiere pasar desapercibido, olvidarse de esa B ignominiosa con la que le marcaron justo unas horas después de nacer.
Atraviesa la ciudad, queriendo dejar atrás el resto de su vida. Pero junto a él, por encima y por debajo de él, miles de kilómetros de fibra óptica trasladan a todos y cada uno de los terminales del país su ficha. No es el primer Tipo B que se revela. Ni será el último.
Atraviesa la ciudad, queriendo dejar atrás el resto de su vida. Pero junto a él, por encima y por debajo de él, miles de kilómetros de fibra óptica trasladan a todos y cada uno de los terminales del país su ficha. No es el primer Tipo B que se revela. Ni será el último.
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