Me acaricia con la punta de la lengua. Un escalofrío agradable y cálido recorre toda mi espalda. Su cabello me resbala sobre el pecho, como una mano echa de millones de aterciopelados dedos, mientras su boca va buscando mi sexo.
Entonces soy consciente de que duermo.
Sólo en sueños podría estar con Alicia así. Y me despierto entristecido. Acudo al trabajo de mal humor, con el desánimo incrustado entre los ojos. Hasta que la veo de nuevo.
Su sonrisa me da fuerzas para esperar hasta la noche. Lástima que quien le pasa el brazo por la cintura no sea yo y que el retrato esté en la mesa de Fernández y no en la mía.
Entonces soy consciente de que duermo.
Sólo en sueños podría estar con Alicia así. Y me despierto entristecido. Acudo al trabajo de mal humor, con el desánimo incrustado entre los ojos. Hasta que la veo de nuevo.
Su sonrisa me da fuerzas para esperar hasta la noche. Lástima que quien le pasa el brazo por la cintura no sea yo y que el retrato esté en la mesa de Fernández y no en la mía.
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