A veces me despierto en mitad de la noche envuelto en sudor. La culpa es de una pesadilla recurrente en la que un ratón Mickey malvado me persigue con un pico en la mano. Su intención, siempre la misma, es clavármelo en mitad de la cabeza. Siempre lo consigue, por más que intento despertarme. Siempre también, cuando lo hace, me viene a los ojos un viejo cartel que durante días aterrorizó mis noches infantiles: un calvo con la cabeza de un pico incrustada en el cráneo.
Una de esas noches de pesadilla me pareció oir unas voces lejanas, que subían y bajaban de tono, como en una discusión. No les presté atención. Posteriormente, en una reunión de la comunidad de propietarios del edificio, alguien se quejó del cantante noctámbulo. Y hace una semana, en medio de una noche terrible vigilando la fiebre de Álvaro, abrí la ventana y le oí.
Cantaba sin demasiado oído, sin acompañamiento musical, pero con un ímpetu impropio de la hora. Cantaba sin pausa. Hasta el amanecer. Y siempre canciones de desamor.
Un hombre que canta baladas tristes cada noche... Insomnio o depresión, sentencié.
Una de esas noches de pesadilla me pareció oir unas voces lejanas, que subían y bajaban de tono, como en una discusión. No les presté atención. Posteriormente, en una reunión de la comunidad de propietarios del edificio, alguien se quejó del cantante noctámbulo. Y hace una semana, en medio de una noche terrible vigilando la fiebre de Álvaro, abrí la ventana y le oí.
Cantaba sin demasiado oído, sin acompañamiento musical, pero con un ímpetu impropio de la hora. Cantaba sin pausa. Hasta el amanecer. Y siempre canciones de desamor.
Un hombre que canta baladas tristes cada noche... Insomnio o depresión, sentencié.
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