El hombre debía realizar un enorme esfuerzo para mover sus piernas. Por cada paso que el anciano lograba coordinar, pasaban a su lado docenas de transeúntes.
Desde su ventana, al oficinista le parece que anda a cámara lenta, como en un anuncio de perfumes de los que se ven en navidades, pero sin efectos de cámara. El oficinista imagina que su pensamiento es un buen argumento para una historia, o para un anuncio de perfumes de los que se ven en televisión.
Entonces el viejo lanza al suelo unos papeles y el oficinista que hasta ese momento le miraba con aprecio, hasta con compasión, tuerce el gesto contrariado y vuelve su mirada a la hoja de cálculo que le espera con una fórmula a medio escribir.
Desde su ventana, al oficinista le parece que anda a cámara lenta, como en un anuncio de perfumes de los que se ven en navidades, pero sin efectos de cámara. El oficinista imagina que su pensamiento es un buen argumento para una historia, o para un anuncio de perfumes de los que se ven en televisión.
Entonces el viejo lanza al suelo unos papeles y el oficinista que hasta ese momento le miraba con aprecio, hasta con compasión, tuerce el gesto contrariado y vuelve su mirada a la hoja de cálculo que le espera con una fórmula a medio escribir.
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