La he visto sonreir. Su mirada se ha posado sobre la disparatada pareja que hacía equilibrios sobre una castigada moto, entre el aún más disparatado tráfico de la ciudad. Ambos demasiado gordos para estar sanos, demasiado viejos para ser jóvenes y demasiado feos para ser dignos de atención.
Y, sin embargo, a pesar de todo eso y contra todo pronóstico ellos parecían felices, esquivando coches, inclinando sus cuerpos al unísono y venciendo a la gravedad cada vez que hacían una ese entre las hileras de vehículos.
Ha sonreido. Y eso significa que el luto al fin ha comenzado a caer de su corazón, que dentro de poco volverá a ser mi momento. Y, en esta ocasión, no pienso renunciar a ella.
Y, sin embargo, a pesar de todo eso y contra todo pronóstico ellos parecían felices, esquivando coches, inclinando sus cuerpos al unísono y venciendo a la gravedad cada vez que hacían una ese entre las hileras de vehículos.
Ha sonreido. Y eso significa que el luto al fin ha comenzado a caer de su corazón, que dentro de poco volverá a ser mi momento. Y, en esta ocasión, no pienso renunciar a ella.
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