Aquellos 4 versos del siglo IX le habían costado un mundo. Estaban escritos con una caligrafía confusa, acelerada, muy lejana de la preciosista que caracterizaba el apogeo del período Heian. Además, la referencia inicial al cedro le hizo creer que se trataría de versos de amor cortesano, al estilo de los de La novela de Genji, o de contenido religioso.
Sin embargo, a medida que las palabras cruzaban los siglos hasta el presente, fue emergiendo del delicado papel algo totalmente inesperado. Ante sus ojos, una mujer (supuso que era una mujer) lloraba bajo el sagrado cedro la muerte de su flor más amada, cortada por ella misma, llenando sus mangas con el rocío rojo de su anochecer.
Sin embargo, a medida que las palabras cruzaban los siglos hasta el presente, fue emergiendo del delicado papel algo totalmente inesperado. Ante sus ojos, una mujer (supuso que era una mujer) lloraba bajo el sagrado cedro la muerte de su flor más amada, cortada por ella misma, llenando sus mangas con el rocío rojo de su anochecer.
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