Una caída de 3.000 metros y apenas unos pocos rasguños. Los árboles amortiguaron el brutal golpe y la suerte, esquiva casi siempre, hizo el resto. Los médicos asombrados, no podían dar crédito a lo que veían reflejado en la pantalla del escáner. El hombre del milagro, le llamaron.
El Hombre del Milagro acaparó espacio en los informativos, visitó algunos platós y, en el momento álgido de su popularidad comenzó a recibir cartas de personas que le pedían milagros. Nunca pensó que eso fuera posible, pero una generosa oferta de dinero le persuadió de intentarlo. Y, ante su sorpresa, la mujer de la silla de ruedas se levantó y anduvo.
De la noche a la mañana se transformó en el Hombre de los Milagros y su casa se convirtió en un lugar de peregrinación y el almacén de los miles de regalos de todo tipo que los fieles agradecidos le hacían.
Pero por las noches, el Hombre de los Milagros soñaba una y otra vez que caía por el mismo desfiladero que el día de su accidente. Cada noche volvía a sentir el mismo miedo y se despertaba sudado y gritando.
El Hombre del Milagro acaparó espacio en los informativos, visitó algunos platós y, en el momento álgido de su popularidad comenzó a recibir cartas de personas que le pedían milagros. Nunca pensó que eso fuera posible, pero una generosa oferta de dinero le persuadió de intentarlo. Y, ante su sorpresa, la mujer de la silla de ruedas se levantó y anduvo.
De la noche a la mañana se transformó en el Hombre de los Milagros y su casa se convirtió en un lugar de peregrinación y el almacén de los miles de regalos de todo tipo que los fieles agradecidos le hacían.
Pero por las noches, el Hombre de los Milagros soñaba una y otra vez que caía por el mismo desfiladero que el día de su accidente. Cada noche volvía a sentir el mismo miedo y se despertaba sudado y gritando.
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