Ir al contenido principal

Un poquito más

Sólo quería aguantar un poco más, lo justo para despedirse de ella.
Estaba en la cama y en su rostro parecía reflejarse una inmensa calma. Su largo pelo blanco le caía por encima de los hombros y sus labios, agrietados y pálidos conservaban a pesar del tiempo y el dolor el mismo tacto suave que 70 años atrás lo embriagó por primera vez.

Ella abrió los ojos muy lentamente y lo miró como si observase a través de su alma, escudriñando la inquietud que percibía en el leve temblor de sus manos. Y ambos hablaron sin palabras. De los hijos, de los nietos, de la dicha y las desgracias.

Luego ella cerró los ojos para siempre y el decidió que ya era hora, que ya estaba todo hecho.

Noticia.

Comentarios

Irilien ha dicho que…
K tierno eres, no sé k me dice más, si la forma de tratar la noticia o k te haya llegado tanto como para expresarlo de esta forma tan delicada.Un beset.
Anónimo ha dicho que…
Si alguna vez la vida te maltrata,/acuérdate de mí,/ que no puede cansarse de esperar/ aquel que no se cansa de mirarte.
Anónimo ha dicho que…
¡Estás en mí, que tengo en mi pecho la auroray en mi espalda el poniente- quemándome,transparentándome en una sola llama-; estás en mí,que te entro en tu cuerpo mi alma insaciable y eterna!.
David Uclés ha dicho que…
Precioso.

Entradas populares de este blog

Soñar con la Atlantida

Toda su vida había sido una espiral de sucesos que se alejaban para luego acercarse al tema central de su Universo: la Atlántida. Desde que escuchó el primer cuento sobre ella, narrado por su abuelo, supo que irremediablemente estaba atrapado por su búsqueda. Lo leyó todo, desde la descripción idealizada de Platón, hasta las versiones más disparatadas de los grupos herméticos. Había visitado todas las posibles Atlántidas de la Tierra y había coleccionado cuanto documental, libro o folleto turístico que se había cruzado en su camino. Lo sabía todo sobre esa nación, lo posible y lo imposible y, aún así, la seguía buscando porque soñaba con ella todas las noches. Contaba con sesenta años cuando, de la mano de su nieto, descubrió las posibilidades de Internet. Y, entre todos los recursos que descubrió, hubo uno que le hechizó de forma especial, el Google Earth. Desde que lo descargó a su ordenador se pasaba las horas analizando cada centímetro cuadrado del mapa virtual del mundo, intentand

El premio

Las rutinas son el calmante que usamos en nuestra vida diaria para ocultar el aburrimiento, para obviar que la mayor parte de nuestras vidas es perfectamente insulsa. Ana María mantiene infinidad de rutinas; de hecho, la mayor parte de su día está dictado por ellas. Siete de la mañana, despertador; siete y cinco, comienza a sonar la radio; a las y cuarto ya está saliendo de la ducha; desayuno rápido con café y pieza de fruta; 20 minutos andando al trabajo escuchando el podcast diario de la BBC para que el inglés no se oxide; saludar al agente de seguridad de la puerta, entrar en la oficina, encender el aire acondicionado, arrancar el PC que cada día va más lento, comenzar a procesar documentos: pedidos, facturas, transferencias. Desayuno con tostada y segundo café a eso de las diez, en Casa Amalia, casi nunca acompañada, mirando el ABC en el móvil, máximo 20 minutos. De vuelta a la oficina y a los documentos hasta las tres.  Imagen generada con DALL•E Comprar de camino a casa la comida

Ya no hay margen

Los correos electrónicos sin responder se acumulan en la bandeja de entrada. Los minutos transcurren impasibles y él lo ve agotarse sin ser capaz de mover el ratón por la pantalla. Lee los asuntos y los remitentes y sabe que muchos de ellos necesitan una respuesta urgente. Nada distinto del resto de sus días, salvo porque hoy una angustia terrible le mantiene inmovilizado. Solo es capaz de mirar la pantalla mientras los correos siguen entrando. Y solo desea huir. Su mente escapa a un lugar de su adolescencia en el que fue plenamente feliz. Una tarde de verano en una playa de Cádiz, navegando en un velerito ligero con Inma. Entonces ella era su máxima preocupación y todo era infinitamente más sencillo. Jugar con el viento y las olas y mirar con disimulo y deseo a la muchacha. Aquella tarde se besaron por primera y última vez.  imagen generada con stable diffusion El teléfono suena y le saca bruscamente del ensueño. Es su jefa. Y vuelve a querer escapar. Pero ya no hay margen. Debe respo