Morir o vivir. Ese es el dilema al que muy de vez en cuando nos tenemos que enfrentar, aunque en mi profesión es casi un problema diario. Porque cada día te afeitas ante el espejo con la sensación de que esa podría ser la última vez.
Cada persona sospechosa que se aproxima supone una descarga adicional de adrenalina, y cada día se cruzan en tu camino decenas de personas sospechosas, lo que supone que durante unos segundos cada vez, tu cerebro obligue al resto del cuerpo a estar en completa situación de alerta.
Por eso, cuando alcanzo a tener vacaciones no puedo conformarme con estar tumbado en la arena, o con pasear por la montaña. Necesito esa dosis diaria de adrenalina y me someto a riesgos disparatados de manera consciente: paracaidismo, puenting, supervivencia...
Y por eso también, no alcanzo a entender cómo a la hora de la verdad, el miedo me paralizó y cómo me limité a ver las balas asesinas dando alcance a mi protegido. Absolutamente paralizado, absolutamente decidido a no morir.
Cada persona sospechosa que se aproxima supone una descarga adicional de adrenalina, y cada día se cruzan en tu camino decenas de personas sospechosas, lo que supone que durante unos segundos cada vez, tu cerebro obligue al resto del cuerpo a estar en completa situación de alerta.
Por eso, cuando alcanzo a tener vacaciones no puedo conformarme con estar tumbado en la arena, o con pasear por la montaña. Necesito esa dosis diaria de adrenalina y me someto a riesgos disparatados de manera consciente: paracaidismo, puenting, supervivencia...
Y por eso también, no alcanzo a entender cómo a la hora de la verdad, el miedo me paralizó y cómo me limité a ver las balas asesinas dando alcance a mi protegido. Absolutamente paralizado, absolutamente decidido a no morir.
Comentarios
Un saludo.