Estaban nerviosos. Se miraban tímidamente, como la primera vez que cruzaron sus ojos, y ambos se sentían culpables de tener miedo. Su decisión era firme: se amaban, querían compartir sus vidas, incluso pensaban tener hijos algún día.
Mientras oían las palabras del oficiante, una oleada de miedo les invadía, rebosando la inseguridad a través del temblor de las manos de ella o del ligero tic nervioso en los párpados de él.
El notario les pasó la escritura para su firma, primero a ella. Tuvo que buscar el valor nuevamente en los ojos de él: treinta años y euribor más 0,5.
Mientras oían las palabras del oficiante, una oleada de miedo les invadía, rebosando la inseguridad a través del temblor de las manos de ella o del ligero tic nervioso en los párpados de él.
El notario les pasó la escritura para su firma, primero a ella. Tuvo que buscar el valor nuevamente en los ojos de él: treinta años y euribor más 0,5.
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